viernes, 30 de noviembre de 2007

El Acoso Escolar

QUÉ ES EL MALTRATO ENTRE IGUALES?

Uno de los grandes problemas que suscita este fenómeno es la grave dificultad que tenemos para detectar las agresiones que pueda estar padeciendo un adolescente por parte de sus compañeros. A menudo este fenómeno pasa desapercibido o es mal interpretado por los adultos. De ahí que debamos observar atentamente para descubrir el proceso de victimización, basándonos a veces sólo en indicios poco claros o en rumores.
El maltrato entre compañeros puede aparecer de formas muy diversas. No solamente se manifiesta a través de peleas o agresiones físicas, sino que con frecuencia se nutre de un conjunto de intimidaciones de diferente índole que dejan al agredido sin respuesta. Veamos algunas:

· Intimidaciones verbales (insultos, motes, hablar mal de alguien, sembrar rumores,...)
· Intimidaciones psicológicas (amenazas para provocar miedo, para lograr algún objeto o dinero, o simplemente para obligar a la víctima a hacer cosas que no quiere ni debe hacer)
· Agresiones físicas, tanto directas (peleas, palizas o simplemente “collejas”) como indirectas (destrozo de materiales personales, pequeños hurtos,...)
· Aislamiento social, bien impidiendo al joven participar, bien ignorando su presencia y no contando con él/ella en las actividades normales entre amigos o compañeros de clase.

También se dan situaciones de maltrato por acoso de tipo racista, cuyo objetivo son las minorías étnicas o culturales. En estos casos lo más frecuente es el uso de motes racistas o frases estereotipadas con connotaciones despectivas. Igualmente se producen situaciones de acoso sexual que hacen que la víctima se sienta incómoda o humillada. En los últimos años ha ido en aumento el acoso anónimo mediante el teléfono móvil o a través del correo electrónico con amenazas o palabras ofensivas.

Sin embargo, a veces, una pelea entre compañeros en situación de igualdad puede ser interpretada como maltrato, especialmente por parte del que ha perdido la pelea. Es difícil determinar cuándo se trata de un juego entre iguales, incluso amigos, y cuándo de acciones violentas con intención de hacer daño. Por eso, debemos entender que se considera maltrato toda “acción reiterada a través de diferentes formas de acoso u hostigamiento entre dos alumnos/as o entre un alumno/a y un grupo de compañeros - cosa que suele ser más frecuente - en el que la víctima está en situación de inferioridad respecto al agresor o agresores”. Así, una pelea entre amigos o compañeros derivada de un malentendido, aunque preocupante, puede ser abordada desde el acuerdo mutuo de no agredirse más o incluso haciendo las paces.
Esto, sin embargo, no se da nunca en las situaciones de maltrato. La intensidad del daño puede ser tal – en caso de haberse prolongado durante mucho tiempo dicha situación o de haberse realizado agresiones de gran intensidad - que exigirá una intervención más compleja y con la participación de mayor número de personas.

Del mismo modo hay que distinguir el maltrato entre compañeros de las conductas antisociales o incluso criminales, que deben ser tratadas por las instituciones apropiadas (policía, fiscalía de menores,...) Tal sería el caso de agresiones con armas u objetos punzantes, robos, abusos sexuales, amenazas graves o aquellas en que la vida de la víctima corra peligro. En cualquiera de estos casos, además de ponerse en contacto inmediato con el centro escolar, la familia no debe dudar en denunciar el hecho a la policía en cuanto tenga constancia del mismo.

¿QUIÉN PARTICIPA EN LAS SITUACIONES DE MALTRATO?
El maltrato viene asociado a una situación de dominio-sumisión y tiene un gran componente colectivo al ser un hecho conocido, en la mayoría de los casos, por otros compañeros, además de por los agresores y la víctima. Por otra parte, esta situación suele pasar desapercibida para los adultos (padres y profesores). Por ello se dice que en las situaciones de maltrato entran en juego los siguientes miembros:
· una víctima, que sufre las agresiones;
· uno o varios agresores, que ejercen su dominio a través del abuso y el hostigamiento;
· los compañeros, que observan los hechos y que callan por múltiples razones, o no apoyan con suficiente fuerza a la víctima en el cese de la agresión; y
· los adultos, que no están suficientemente alertas como para detectar a tiempo la situación de indefensión que vive la víctima.

Cuando se meten con una persona de forma persistente, esta vivencia puede causar miedo, tristeza, inseguridad y disminuye la autoestima. Todo ello interfiere en la vida académica provocando, con frecuencia, absentismo y malos resultados. Puede repercutir también en la vida adulta de la víctima, dificultando sus relaciones sociales y especialmente su seguridad y autoconfianza.
Por otro lado, es importante que los agresores entiendan que no es lícito obtener poder y salirse con la suya agrediendo a otros. Si los adultos no se lo explicamos con claridad, ellos perpetuarán su comportamiento en la edad adulta y tendrán más probabilidades de encontrar dificultades con la ley en la adolescencia

¿POR QUÉ OCURREN ESTOS EPISODIOS?
Las causas por las que un chico o una chica arremete constantemente contra otro compañero o compañera, llegando a crear una situación abusiva de dominio, son múltiples. Los estudios sobre este asunto indican factores personales, familiares y sociales del agresor y la víctima, así como factores relacionados con la cultura escolar.

AGRESOR:
Factores personales, familiares y sociales: Las relaciones y sentimientos de los padres del agresor hacia su hijo son trascendentales, ya que modelan comportamientos que más tarde serán repetidos por él. La característica compartida por los agresores es la falta de empatía, es decir, la incapacidad para ponerse en el lugar del otro, la no creencia en que sus actos repercuten en otra persona que los siente y padece como un tormento. A menudo el agresor puede llegar a pensar que la víctima se lo merece, pues las acciones de éste le han provocado y han precipitado la reacción intimidatoria.

El matón, el agresor líder, a pesar de su impopularidad entre los compañeros de clase, consigue con sus actos que su posición en el grupo, su reconocimiento, mejore, demostrando ante los demás que es fuerte al producir miedo y manifestar prepotencia en sus relaciones con aquellos que no pertenecen a su grupo. Al principio, el agresor se meterá con su víctima con malos tratos de intensidad baja pero, conforme transcurra el tiempo y observe que su víctima carece de protección, irá aumentando la intensidad y frecuencia de los abusos, creando un círculo vicioso de agresión, un proceso de victimización, que de ninguna forma debe proseguir.
Factores relacionados con la cultura escolar y formación de grupos: De sobra es sabida la importancia que tienen los amigos, el grupo de iguales, para el desarrollo evolutivo de niños y adolescentes. En ocasiones este factor grupal refuerza la unión y consistencia del grupo a través de terceros, los chivos expiatorios, que sirven para reforzar los vínculos de amistad, clave en la preadolescencia y adolescencia. Por ello, el maltrato tiene el momento de mayor intensidad y frecuencia desde los 11 a los 13 años, si bien es en el arco de edad de los 12 a los 16 años donde mayor número de estudios se han realizado. El grupo de agresores a veces se constituye formalmente alrededor del proceso de victimización y actúa paulatinamente, creando una conciencia colectiva en la que la víctima es cada vez menos estimada y valorada, lo que favorece que las agresiones aumenten en cantidad e intensidad.

Por otro lado la actitud de la escuela y el clima de relaciones interpersonales y de respeto entre sus miembros es un factor muy importante. Las escuelas que permiten y favorecen que los alumnos comuniquen sus dificultades y en las que éstos se sienten escuchados serán capaces de prevenir e intervenir cuando empiecen los hostigamientos. El agresor sabrá que existe una clara oposición a las acciones de prepotencia y agresión que quiera realizar.

OBSERVADORES:
El grupo de los observadores posee una influencia crucial en el curso de los acontecimientos, pues en el caso de oponerse a las agresiones, los agresores perderán justificación y poder y tendrán que ejercer mayor número de agresiones a más víctimas o cejar en su empeño. El miedo a ser ellos mismos los atacados por los agresores sirve de barrera psicológica para irse separando paulatinamente de la víctima. Pero los observadores han de entender que es el parámetro moral compartido por todos ellos lo que les ha de unir, tanto si es a favor de los agresores como si optan por la víctima, y ahí reside precisamente su fuerza para parar los hostigamientos y amenazas.

VÍCTIMA:
Factores familiares, personales y sociales: Si difícil es determinar el perfil del agresor, más difícil es precisar las características de las victimas sin estigmatizarlo. Los factores familiares asociados a este perfil apuntan a la sobreprotección como causa primordial, que impide el desarrollo social del chico o de la chica conforme a su desarrollo evolutivo. Sin embargo no todas las víctimas son iguales. El gracioso, el provocador y el molesto se sitúan en la fina línea que separa a la víctima del agresor, pudiendo representar ambos papeles.
Aún así, podemos trazar una característica compartida por las víctimas: su falta de competencia social, la cual se refleja en su carencia de asertividad; esto es, su dificultad para saber comunicar sus necesidades claramente y para hacerse respetar por los demás. Su situación de víctima refuerza su vulnerabilidad y le debilita socialmente ante los otros –ante el conjunto de los compañeros, no ya sólo ante sus agresores- y pierde popularidad paulatinamente entre sus iguales. A menudo su situación académica se deteriorará y sufrirá estrés emocional, que contribuirá a aumentar las dificultades de aprendizaje que se le presenten. El miedo y la sensación de incompetencia tanto como el sentimiento de culpa le impedirán comunicar sus dificultades a otros, pudiendo llegar a situaciones de depresión y a una importante falta de autoestima.

A pesar de todo lo dicho, debemos tener presente que puede acabar siendo víctima cualquier chico o chica que no tenga el amparo de sus compañeros. Ante los ojos del agresor, cualquier razón es suficiente para convertirse en víctima: los rasgos físicos, la indumentaria, la capacidad intelectual, la sensibilidad artística, los buenos resultados académicos, etc. En resumen, cualquier forma de diferencia, de distinción, cosa que es realmente preocupante, porque constituye el germen de la intolerancia y la insolidaridad.

Factores relacionados con la cultura escolar y la formación de grupos: La víctima, cuando comienzan a meterse con ella -a menudo a través de insultos, rechazos, motes,...- irá perdiendo apoyos entre sus compañeros, pudiendo llegar a sentirse, incluso, merecedor de la agresión por algún problema personal que pueda o imagine tener. Si continúan los malos tratos puede sentirse totalmente aislado de sus compañeros y sufrir un infierno personal.

Las escuelas conscientes de la diversidad de su alumnado están atentas a los componentes emocionales de sus miembros, trabajan la cooperación y el compromiso entre alumnos y reconocen la valía personal de cada uno de sus alumnos. Más allá de la competitividad y la búsqueda exclusiva de buenos resultados académicos, dichas escuelas estarán prestas a crear ambientes de confianza y escucha ante los conflictos entre alumnos. Las víctimas tienen que sentir que en su medio escolar se les apoya y que tienen derecho a comunicar su situación de indefensión. Las escuelas que trabajan la amistad, el buen clima en el grupo clase y la solidaridad y el respeto entre compañeros tendrán mejores estrategias para prevenir las situaciones de maltrato entre iguales

¿CÓMO PUEDO AVERIGUAR QUE MI HIJO O HIJA ESTÁ SUFRIENDO ACOSO O MALTRATO POR PARTE DE SUS COMPAÑEROS?

A pesar de los buenos consejos es habitual que la víctima no cuente lo que le pasa, por lo que deberemos estar muy atentos a los indicios que nos indiquen que algo extraño le ocurre. Éstos serían algunos síntomas a tener en cuenta:
Cambios en el estado de ánimo: parece triste.
Se muestra extraño y huidizo.
Parece nervioso; estado que se refleja en miedos nocturnos, micción en la cama, tics nerviosos, irritabilidad, etc.
Se muestra distraído, absorto en sus pensamientos, olvidadizo, asustadizo, etc.
Finge enfermedades o intenta exagerar sus dolencias: dolores de cabeza, de tripa, etc.
Presenta moratones, heridas, etc.
Rehúsa ir a la escuela, expone objeciones varias, simula malestar.
Falta al colegio y da explicaciones poco convincentes cuando se le pregunta el porqué o adónde fue.
No tiene amigos para su tiempo de ocio.

La manifestación de estas conductas no siempre se debe a situaciones de maltrato, por lo que es esencial charlar con nuestros hijos e indagar acerca de aquello que les puede estar ocurriendo. Aunque no siempre sea fácil charlar con un adolescente, pues sus cambios de humor, su deseo de intimidad y su rudeza en el trato -rasgos propios del proceso evolutivo por el que están pasando- hacen en ocasiones muy difícil la comunicación con ellos, los padres debemos emplear todas las estrategias posibles para hablar con ellos, si sospechamos que nuestro hijo está en situación de riesgo o padece maltrato.

QUÉ PODEMOS HACER CUANDO NUESTRO HIJO ESTÁ INVOLUCRADO EN UNA SITUACIÓN DE MALTRATO EN LA ESCUELA?

Nuestro hijo o hija puede ser víctima, agresor u observador de una situación de maltrato. Si es víctima, desempeñará un papel pasivo; si es agresor, un papel activo; y si es observador, su papel es igualmente activo o, al menos, permisivo, en cuanto su actitud refuerza la actitud intimidadora del agresor hacia la víctima.
En caso de que nuestro hijo esté involucrado en una situación así, debemos tener tranquilidad y, sobre todo, escuchar la información que hayamos averiguado sin trivializarla. En todo caso, podemos dar los siguientes pasos:
1. Escuchar y mostrar interés por el asunto, sin menospreciarlo; no debemos considerarlo “cosa de chicos”.
2. Indagar si realmente ha ocurrido lo que nos cuenta, y no es fruto de su imaginación.
3. Ponerse en contacto con la escuela y solicitar la intervención y cooperación del profesorado.
4. Si lo anterior no funciona podemos dirigirnos directamente a la organización de protección de la infancia PROTEGELES: contacto@protegeles.com
5. Fijar una estrategia de intervención para detener inmediatamente el daño que se está produciendo, y para tratar a medio y largo plazo las relaciones entre los involucrados.
6. Favorecer una solución adecuada y ajustada a la intensidad de la falta y al daño ejercido. Debemos apoyar a nuestro hijo enseñándole a asumir la responsabilidad que le corresponda.

Y SI, A PESAR DE TODO ELLO, MI HIJO SIGUE RECHAZADO Y NO QUIERE IR AL CENTRO ESCOLAR, ESTÁ DEPRIMIDO, ETC., O POR EL CONTRARIO CONTINÚA AGREDIENDO A COMPAÑEROS Y PARTICIPANDO EN PROCESOS DE MALTRATO A OTROS COMPAÑEROS...

Desgraciadamente, algunas veces se llega tarde y el daño psicológico que se ha producido a la víctima es tal que, para recuperar su autoestima, requerirá la intervención de un psicólogo.
Algunas víctimas cambian de centro escolar entendiendo que así comenzará una nueva vida escolar. Esto no siempre surte efecto, puesto que puede haber una serie de circunstancias personales en la víctima que propicien la agresión hacia su persona; no hay garantías de que no se den incidentes semejantes en el nuevo colegio. Siempre que sea posible es más recomendable que la víctima restablezca su imagen ante los demás allí donde surgió el problema. Para ello se le deberán indicar una serie de habilidades y conductas que le ayuden a crear nuevos vínculos afectivos y relacionales con sus compañeros. En los primeros años de la adolescencia es esencial que la escuela y la familia trabajen juntos y se apoyen mutuamente, creando oportunidades para el adolescente que le ayuden a recuperar o a renovar su capacidad de una mejor y más satisfactoria relación con sus iguales.

Sin embargo, el cambio de centro escolar debe ser aconsejado para el agresor en caso de no cejar en su empeño. Al retirarle del contexto que le ampara y en el que encuentra el apoyo y la posición social que le permite ejercer el poder de forma abusiva, se le obliga a situarse en una situación más homogénea con el grupo de nuevos compañeros en el nuevo centro y se le otorga la posibilidad de buscar nuevas relaciones con actitudes y comportamientos distintos. Además, con el cambio, el chico o chica agresores han de asumir que su conducta es contundentemente inadmisible en la sociedad, que no se les permite bajo ningún concepto y que tiene consecuencias: apartarle de su grupo de amigos, que reforzaba su conducta agresiva e irrespetuosa hacia un compañero.

También, desde una perspectiva educativa, la ejemplaridad para el conjunto de la escuela, al conocer que las conductas de hostigamiento y maltrato graves no son permisibles y que se toman medidas firmes en caso de no cesar, favorece que el conjunto del alumnado asuma que lo que se dice es coherente con lo que se hace, lo que de ninguna forma sería el caso si tuvieran que cambiar de centro aquellos que necesitan más protección, apoyo y ayuda por parte del conjunto de la escuela: las víctimas

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