jueves, 20 de diciembre de 2007

Familia y Educación: ¿hacia donde vamos?

EL ROL DE LA FAMILIA EN LA EDUCACION DE LOS HIJOS.



Idea de familia
La idea de familia, en particular de familia nuclear, como unidad social con sus propios procesos evolutivos, remite a considerar a la familia como un segmento de un grupo más amplio en un período histórico particular de tiempo. Es aún un tema joven de la psicología.
La terapia familiar en sus jóvenes 40 años está en plena producción de nuevas miradas y aproximaciones teóricas y prácticas a esta temática. Pero todavía es largo el camino que debemos recorrer para dilucidar las dimensiones y procesos específicos del cambio familiar, para poder responder a preguntas como: ¿por qué, para qué y cómo cambian las familias?, ya sea a cambios espontáneos como inducidos.
Conocer, desentrañar y utilizar "los tesoros ocultos de la familia", los recursos que posee cada familia, a veces totalmente insospechados aún para ella misma, arrojan una luz de esperanza sobre este tema tan complejo.
La familia, como unidad o sistema, es un campo privilegiado de observación e investigación de la interacción humana y por ende de la interacción social. La metáfora de la familia como "aula primordial" apunta a cómo en su seno se instaura el proceso de socialización del hombre. Allí se tejen los lazos afectivos primarios, los modos de expresar el afecto, la vivencia del tiempo y, del espacio, las distancias corporales, el lenguaje, la historia de la familia grande, extensa, que comprende a las distintas generaciones que nos precedieron; es decir, todas las dimensiones humanas más significativas se plasman y transmiten en la cotidianeidad de la vida en familia. Esta es por excelencia el campo de las relaciones afectivas más profundas y constituye, por lo tanto, uno de los pilares de la identidad de una persona.
La familia no se reduce a la suma de interacciones entre padres e hijos y las relaciones fraternas, sino que es una totalidad dinámica que asume la función de diferenciación y de lazo entre sexos y entre generaciones.
Considerada como un sistema, no ya como la sumatoria de personas que la componen, es un sistema abierto que tiene múltiples intercambios con otros sistemas y con el contexto amplio en que se inserta; es decir que recibe y acusa impactos sociales, políticos, económicos, culturales y religiosos.

Sus funciones específicas son:
la reproducción de nuevas generaciones, la socialización de base de los niños
y la transmisión de valores, ideales, pensamientos y conceptos de la sociedad a la que pertenece.
Quién ejerce la autoridad, qué tareas corresponden a cada sexo, a los jóvenes, a los ancianos, cómo se ayuda al grupo familiar, quién provee las necesidades, qué códigos de comunicación están permitidos ya sea gestuales, orales o el silenciamiento de emociones y sentimientos, el sentido de la vida y la muerte, la importancia de las fiestas, reuniones sociales o ceremonias, todos y cada uno de estas formas básicas de comunicación, se aprenden, se incorporan dentro de una familia.

En la familia se reproducen las estructuras sociales fundamentales
En su interior se definen distintas relaciones simétricas o complementarias, jerárquicas o igualitarias teñidas siempre por valores afectivos.
El modelo familiar es un modelo cultural en pequeño. A partir de ese modelo cada familia elabora su propia variante, en general, a través de mitos, tradiciones y valores. Se incorpora el qué –los contenidos de la cultura- y también el cómo, es decir, los modos de hacer, de proceder, de aprender.
El mito familiar es una especie de ideología de grupo compuesta por valores, representaciones y creencias que proveen los modelos de conducta. Sirve de defensa contra lo que podría amenazar al equilibrio familiar y también permite el cambio –morfogénesis— de la familia.
Toda familia, al igual que todo sistema, tiene un conjunto de reglas interactivas que muy a menudo son implícitas, pero suelen hacerse visibles cuando comienzan a tornarse disfuncionales. Cada regla instaura un sistema de derechos y obligaciones. Estas reglas proveen un contexto relativamente estable, predictible, indican cuáles son las expectativas recíprocas, cómo anticipar condiciones o situaciones y cómo interpretar las comunicaciones y comportamientos de sus miembros.
Desde la perspectiva sistémica, entendemos las interacciones familiares bajo el ángulo de estabilidad y cambio. El cambio está incluido en la naturaleza misma de la familia dados los momentos evolutivos, los ciclos vitales que la atraviesan (nacimientos, crecimientos, envejecimiento).
Para responder a las situaciones nuevas y desconocidas, la familia requiere de la capacidad de una adaptación activa, el reconocimiento de las necesidades propias, generar condiciones nuevas y modificar la realidad inmediata. Cuando no se cuenta con estos recursos aparecen las crisis familiares que se corresponden frecuentemente con la incapacidad del sistema de integrar el cambio, en general por tener reglas muy rígidas. Como toda crisis, además de peligros éstas encierran también oportunidades para el cambio.

En épocas como la actual, todos nosotros, ya sea individualmente o en el seno de nuestras familias, de una manera u otra vivimos rupturas profundas. Es decir, más períodos de cambio que de estabilidad. Rupturas con el mundo de nuestra infancia, nuestros "ayeres". Estamos inmersos en un shock de transformación física de nuestros espacios, de los tiempos, de los objetos que usamos. También sufrimos permanentemente las transformaciones de valores, de verdades científicas que considerábamos inmutables y la transformación acelerada de significados y costumbres.

Por lo tanto, dentro y fuera de la familia nos enfrentamos con la exigencia de reflexionar desde ella, sobre ella, acerca de ella, en relación con ella. Nada de lo que nos ocurre en la vida parece dejar de tener relación con la familia.

Los universales familiares


A pesar de reconocer las casi incontables variaciones culturales e históricas de la familia humana parece, no obstante, haber algunos universales familiares. Estos se conocen como pautas normativas, amplias y necesarias de tener en cuenta, a la hora de trabajar con familias. Veamos algunas:
Los padres adultos se hacen cargo de la crianza de los hijos
dentro del grupo familiar se cumplen ciertos requerimientos apropiados a ciertos niveles de desarrollo
los miembros de la familia se adaptan a las reglas familiares que les otorga roles y funciones. En la familia el niño aprende a hablar, vestirse, obedecer o enfrentar a los mayores, proteger a los más pequeños, compartir alimentos, participar de juegos colectivos respetando reglamentos, distinguir lo que está bien o está mal, es decir, a convertirse en un miembro más o menos "standard" de la sociedad a la que pertenece. Lo que se aprende en la familia tiene una indeleble fuerza persuasiva.
Esta adaptación permite un funcionamiento "suave", respuestas anticipatorias, seguridad, lealtad y armonía. A su vez requiere largos períodos de negociación, competencias, quién hace cada cosa, quién responde a quién, cuándo, cómo, quiénes están incluidos/ excluidos, cómo se dirimen los conflictos, o se toman decisiones, quién es responsable de quién, etc.
Cada grupo familiar tiene su sello, estilo, código o manera propia, el lenguaje vulgar lo expresa en la frase: "nosotros los Baeza, los Pérez".
En toda familia se produce una tensión balanceada entre pertenencia y autonomía (o bien entre el yo y el nosotros). Todo período de transición requiere de cambios que encierran a su vez peligros y oportunidades. En estas circunstancias la familia se hace mas compleja y usa sus recursos para enfrentar el cambio, o bien se estanca.
Resumiendo, los parámetros universales referidos a la familia son, sin lugar a dudas, el cuidado, el crecimiento y el desarrollo de los hijos y la transmisión de pautas culturales. En éstas últimas décadas, no obstante, también parece haber tomado relevancia el soporte emocional entre los cónyuges, la pareja como tal, vínculo que no era considerado central anteriormente como fundamental de la unidad familiar.
También se observa en la actualidad, en particular en nuestras sociedades occidentales, un mayor interés en la calidad emocional de las relaciones, no sólo a nivel familiar, sino laboral y de tiempo libre. El énfasis parece estar puesto en la calidad de los vínculos, en los aspectos de intimidad y en la conformidad o no con los roles sociales. Ya no parece que alcanza con ser un padre buen proveedor de recursos, o como hijo sólo ser obediente y laborioso. De la vida familiar se espera que provea felicidad y plenitud.

Ciclo vital y desarrollo familiar

Desde otras ciencias sociales, con quienes se hace cada vez más necesario tender y afianzar puentes, encontramos los valiosos aportes de la sociología de la familia, que utiliza un enfoque descriptivo del ciclo de vida de la familia, con su secuencia de etapas más o menos ordenada, caracterizada por tareas evolutivas y marcada por transiciones.
La idea de ciclo vital en una familia, se refiere a aquellos hechos nodales que están ligados a la pericia de los miembros de la familia, como el nacimiento y crianza de los hijos, la partida de éstos del hogar, el retiro y la muerte. Estos hechos producen cambios a los que deberá adaptarse la organización formal o simbólica de una familia, e implica reorganizar roles y funciones. El curso vital de una familia evoluciona a través de una secuencia de etapas bastante previsibles, parecería que bastante universal, pese a todas las variaciones culturales y subculturales.
Estos cambios son calificados de "normativos" ya que gran parte de la raza humana comparte estas expectativas sociales (la entrada a la pubertad, el ingreso a grupos secundarios como la escuela primaria, el retiro del trabajo, etc). Estas pautas normativas actúan como guías o ideales culturales que valorados o denigrados, ejercen cierta influencia sobre el modo en que los individuos perciben su vida y también sobre su conducta en la vida real.
La insistencia en las etapas, tal vez un legado del modelo de la sociología de la familia, conlleva a que se describan las relaciones como cualitativamente diferentes de una etapa a otra, y se ocupen más de lo que sucede dentro de las etapas que lo que pasa entre las etapas. La noción de etapa sugiere períodos prolongados, duraderos, estables versus la idea de transición que se refiere a períodos breves, más fugaces y de inestabilidad. Sin embargo, los tiempos modernos nos sitúan más en las transiciones, a veces largas y difíciles y tan importantes como las etapas ("en cibernética no se puede separar la estabilidad del cambio, pues son las dos caras de una moneda sistémica , Bradford Keeney).

Por lo tanto, es necesario un modelo más amplio que permita integrar etapas y transiciones a través de una serie de períodos alternados de construcción de estructuras—etapas—y cambio de estructuras—transiciones.
El concepto, más actual y más amplio, que estamos comenzando a emplear en el estudio y trabajo con familias es el de desarrollo familiar. Este abarca todos los procesos co-evolutivos vinculados al crecimiento de la familia, e incluye los procesos de continuidad y cambio, relacionados con el trabajo o el desarrollo ocupacional, el cambio de domicilio, mudanzas, la migración y la aculturación, las enfermedades crónicas o agudas o cualquier conjunto de hechos que alteren significativamente la trama de la vida familiar. También incluye los procesos psicológicos como el desarrollo de la intimidad de una pareja, las aflicciones por duelos sufridos, las lealtades invisibles o la transmisión de triángulos intergeneracionales dentro de una familia. En estos aspectos cada familia difiere de las demás pues posee su propia y única senda de desarrollo.
El concepto. de desarrollo familiar —más amplio que el tradicional de ciclo vital- es útil para referirse a los cambios culturales, es decir, a la acción de cada cultura y momento histórico sobre cada miembro a determinada edad.

De lo universal a la relatividad cultural

Limitarse entonces sólo al esquema de ciclo vital impide, a quienes trabajan con familias, situarlas dentro de los contextos socioculturales a los que pertenecen. Si bien aceptamos que existen similitudes universales entre las familias, también sabemos las múltiples diferencias entre ellas, aunque solemos limitarnos a un prototipo normativo del ciclo vital, que en general es importado y no responde a nuestro medio. Esta circunstancia puede conducir a graves errores en la interpretación de modelos familiares.
Las diferencias culturales o subculturales pueden hacer que, en algunas familias, la etapa de dependencia entre la madre y los hijos pequeños sea más prolongada, o que no exista una etapa de emancipación neta para los adultos jóvenes o una etapa marcada de "nido vacío" para los padres en edad madura o en los ancianos.
Debemos ser sensibles al hecho de que existen muchos ciclos vitales normativos. Introducir la idea de relatividad cultural, con respecto a cuestiones de organización y desarrollo de la familia, es indispensable en particular en ésta época en que nuestro país cuenta con numerosos grupos étnicos y culturales.
Es común y se presta poca atención (o se toma muy a la ligera) la tendencia a crear estereotipos culturales o a omitir diferencias por aplicación de las normas de la cultura dominante.

Cohesión, adaptabilidad y comunicación familiar
A pesar de lo mucho que se nombra a la familia, o de las veces que se la toma como eje de diversos discursos, insisto, es poco lo que sabemos acerca de los procesos familiares "normales" y el grado de satisfacción con la familia en cada una de las etapas. Es mayor nuestro conocimiento de los problemas individuales, que no obstante han comenzado o terminan dentro de la familia.
Hoy las familias se encuentran con interminables desafíos y frustraciones que amenazan sus estructuras presentes y someten sus recursos a exigencias excesivas. Para complicar sus problemas, la sociedad en general presta bastante poco reconocimiento a la importancia de la familia y no acude en su ayuda hasta tanto no se encuentre en un estrés intenso y sea incapaz de desempeñarse.
En general, la mayoría de los estudios se centran en aquellas familias que tienen dificultades para hacer frente a una gama de problemas emocionales, físicos (drogas, maltrato, abuso), por consiguiente, sabemos bastante más sobre las familias "problema" y presumimos que las familias "normales" carecen simplemente de estas características. Lo que no conocemos, o no damos a conocer, son justamente los aspectos positivos, los lados fuertes y los atributos de las familias que enfrentan eficazmente el estrés cotidiano.
En la época actual en que existe gran preocupación por la desaparición o disolución de la familia, nuevas herramientas conceptuales y no sólo técnicas, son necesarias para brindar apoyo y fortalecer a parejas y familias.
Un concepto muy fecundo (relativamente nuevo) es el de "resiliencia familiar", que permite identificar y apuntalar ciertos procesos interactivos fundamentales que pueden activar las familias para soportar desafíos disociadores y recobrarse. "Al adoptar la perspectiva de la resiliencia, se deja de ver a las familias como entidades dañadas y se las empieza a ver como grupos capaces de reafirmar sus posibilidades de reparación. Este enfoque se funda en la convicción de que tanto el crecimiento del individuo como el de la familia pueden alcanzarse a través de la colaboración ante la adversidad." (Walsh, E., 1996).
La palabra resiliencia, que empleamos hoy para estudiar a las familias, está tomada de la física. Se refiere a la elasticidad de un material, su tendencia a oponerse a la rotura por choque. La analogía de este concepto transportado desde la física hacia nuestro campo, se refiere a los recursos, a la capacidad de soportar las crisis y adversidades y recobrarse, tanto a nivel individual como familiar. Mientras que una crisis o un estado persistente de estrés puede derrumbar a algunas familias, otras emergen de ellos fortalecidas y con mayores recursos. Para sobrevivir y recuperarse de medios familiares y/o sociales altamente destructivos, gracias a lo que en un lenguaje vulgar podríamos llamar fortaleza interior o tal vez, más apropiadamente, entereza. Tal vez sea ilustrativa la maravillosa película que vimos este año " La vida es bella".
"Los niños del cielo" justamente muestran, en un lenguaje metafórico, como el crecimiento, la fortaleza personal y la del grupo familiar pueden alcanzarse a través del apoyo y colaboración ante la adversidad. Me refiero a la preparación desde la familia para enfrentar la incertidumbre, los desafíos futuros a través del apoyo mutuo, la flexibilidad y la innovación indispensables para contar con una fortaleza evolutiva frente a un mundo que cambia rápidamente.
Dentro del conjunto de las investigaciones familiares más recientes, tres conceptos son centrales: la cohesión familiar, la adaptabilidad y la comunicación familiar, es decir son indispensables para atribuir a la familia una influencia mediadora positiva.

Vamos a revisar rápidamente estas ideas.
La cohesión familiar se refiere a la ligazón emocional que los miembros de una familia tienen entre sí. Existen cuatro niveles de cohesión familiar: desvinculada (o sea una ligazón muy baja), separada, conectada y enmarañada. Cuando la cohesión es excesiva, se trata de un sistema enmarañado y existe un exceso de identificación con la familia, de manera tal que la lealtad hacia ella y el consenso interno impiden la individuación de sus miembros. En el extremo opuesto, los sistemas desvinculados estimulan un alto grado de autonomía: los miembros de la familia "hacen cada uno lo suyo" y tienen un apego o compromiso limitado hacia ella. En el área central que se corresponde con los modelos separados y conectados los miembros pueden experimentar la independencia de la familia y la conexión con ella, de maneras equilibradas.
La adaptabilidad familiar es la capacidad de un sistema familiar de cambiar su estructura de poder, relaciones de roles y reglas de relación, en respuesta al estrés situacional o evolutivo. La adaptabilidad puede ser muy baja, es decir rígida, estructurada, flexible o caótica. La adaptabilidad marca el potencial de desarrollo o crecimiento, es la capacidad de cambio cuando éste es necesario.
La tercer dimensión es la comunicación familiar. Se refiere básicamente a la comunicación positiva, facilitadora, por ejemplo la empatía, la escucha reflexiva, los comentarios de apoyo que permiten a los miembros compartir sus necesidades y preferencias cambiantes o bien en el otro extremo la comunicación negativa como son los dobles mensajes, las críticas.

Para mirar una familia

A partir de estas tres dimensiones podemos mirar, entender y ayudar a una familia, aunque todavía son necesarios otras lentes y varias frecuencias simultáneas.

a) Atender a la forma en que los miembros de cada familia se nombran, se definen y adjudican entre sí variados grados de inteligencia, capacidad, pereza diligencia o creatividad en áreas particulares, muestra como se establecen en el seno del grupo familiar etiquetas o rótulos —igual a lo que sucederá más tarde en la escuela o en el trabajo, por ejemplo "brillante", "estúpido", "torpe", "lento", "exagerada", "una niña difícil", "sensible". Estas etiquetas traducen el modo en que los padres responden a sus hijos y a su vez los hijos tienen un tremendo poder para controlar la conducta parental.
Estas atribuciones pueden socavar o apuntalar los logros del niño o joven, creando una profecía autocumplida (Rosenthal y Jacobson, 1968, Watzlawick, 1984). Cada uno actúa y encarna aquellas características que le son atribuidas por otros, en particular estas etiquetas o rótulos familiares tienen mucho peso y por muchos años.
b) Analizar la estructura,(cómo se configura u organiza ese grupo familiar, cuáles son los subsistemas, las jerarquías, las alianzas entre miembros, las fronteras, el poder de cada miembro) y el estilo de comunicación familiar permite entender la concepción que la familia tiene sobre sí misma.
Un grupo familiar débilmente organizado o suborganizado, en el cual predomina una comunicación cortada, poco clara, genera y multiplica mensajes opuestos, o dobles, no orienta claramente hacia la tarea, no mantiene el foco de atención y tiende a producir fragmentación.
En este estilo de estructura y comunicación familiar- suborganizado- predomina un estilo de control o de autoridad errática que se relaciona más con el "humor" del adulto frente a cada situación que con un proceso de principios o de valores rectores significativos y constantes para ese grupo familiar.

Esta característica se observa de manera muy evidente frente a las situaciones de resolución de conflictos cuando en lugar de dirimirse en diálogos, confrontaciones, consensos, acuerdos mínimos u otras formas, se eligen o se opta por diversas formas de amenazas o contra amenazas. En estos casos la intensidad de la acción y el ruido (gritos) van en detrimento de una comunicación verbal fluida y más satisfactoria. Los miembros -adultos y jóvenes por igual- no esperan, ni han aprendido a ser escuchados, no se implementan soluciones a largo plazo ni respuestas cognitivamente mediadas. Suele imponerse la relación jerárquica por sí misma y se exige acatamiento si es necesario por la fuerza (real y física o simbólica. )
Es una modalidad de comunicación fragmentada, entrecortada, cargada de interrupciones o cambios de temas abruptos, que sume a los participantes, principalmente a los hijos, en un desconcierto total.

Distintos niveles de mensajes en la comunicación formal (lo que se dice) y la informal (lo que se hace o se da a entender) se anulan mutuamente.
En definitiva situaciones no claras respecto de roles y funciones en los distintos miembros, suelen producir una desorientación generalizada frente a las tareas al desconocerse el qué y el cómo se espera de cada uno.

La estructura, interacción y comunicación dentro de la familia superorganizada, lo opuesto a la anterior, muestra una excesiva preocupación y ansiedad de los adultos sobre los aspectos de rendimiento. Los adultos, aquí padres, están sobreinvolucrados o tienen características de sobreprotección respecto de los hijos, lo cual produce o exacerba la conducta de oposición. El hijo en general es visto como "débil o perezoso", se priorizan los resultados o el rendimiento en general, lo cual genera o sostiene un negativismo o conducta de oposición pasiva frente a tareas y logros generales. El hijo en estas circunstancias es visto (y probablemente se siente) como "incompetente" y lo expresa con una conducta distante, apática y negligente.
Una tercera forma de estructuración y comunicación familiar es aquella en la que se da poca o nula motivación. El estilo comunicacional en este grupo familiar es de descalificación continua o desvalorización de las conductas y en particular de los logros de sus miembros. Hay un débil marco de contención familiar y se responsabiliza exclusivamente al niño de sus éxitos o fracasos sin tomar en cuenta la atmósfera familiar y social. Se dan concomitantemente atribuciones inapropiadamente negativas de la familia y bajas expectativas o desvalorización en el área de los logros.

Suele además ser explícita y abierta la descalificación del contexto escolar o laboral. Los padres pueden desvalorizar los logros académicos también explícita o implícitamente por medio del ejemplo. Para establecer una escala de valores atribuidas al logro se apoyan en sus propios éxitos o fracasos intelectuales, culturales o sociales y en sus formas de relación con figuras escolares de su propia historia.
Obviamente una comunicación positiva, flexible, en un grupo familiar que confía en sus propios recursos, con una pareja conyugal fuerte y satisfecha con el matrimonio y la vida familiar potencian las fuerzas de orgullo y acuerdos familiares, que parecen servir de amortiguadores ante los sucesos estresantes de la vida. Cualquier perspectiva positiva debe naturalmente ser nutrida por un contexto alentador, las condiciones de vida tienen que presentar recompensas accesibles y predecibles.

c) Otro aspecto imprescindible en el trabajo con familias es considerar los propios valores (del profesional correspondiente) que siempre actúan como filtros, tanto desde lo profesional como desde el género al que pertenecemos.
d) Tomar en consideración la clase social a la que pertenece esa familia, los aspectos de etnicidad (tradición y conflictos con la aculturación), el ciclo vital por el que atraviesa, las etapas evolutivas de cada uno de sus miembros y que es lo esperable que pase en ese determinado contexto social.
Nuevas formas y transformaciones
A esta altura, ya expuestos los conceptos centrales pasaremos a considerar las distintas configuraciones y transformaciones que está atravesando lo que hasta ahora llamábamos sin demasiadas dudas "una familia".

La familia, como institución primaria y básica, ha sufrido cambios importantes en las últimas décadas.
El concepto tradicional de familia y los roles que dentro de ella juega cada uno de sus miembros, se ha modificado sustancialmente.
Desde la familia extensa, en que convivían varias generaciones (patriarcado) reconocemos hoy a la familia nuclear (de padres e hijos) y otras formas de agrupamientos familiares muy diferentes de pautas históricas anteriores.
Estos modelos se dan en todas las clases y niveles sociales dando lugar a diversas configuraciones familiares: familias uniparentales, familias ensambladas, familias reorganizadas, hijos que no conviven con sus padres, convivencias de miembros que no poseen lazos consanguíneos, "parientes sin nombre", (el lenguaje cotidiano lo expresa con su habitual riqueza: "el hijo de la novia de mi papá, que obviamente no es mi hermano", o la relación entre " ex- consuegros" o ex- cuñadas).
Lejos de la idea de "familia tipo" sin abrir juicios, ni detenerme en el análisis de posibles consecuencias cuyos resultados aún no podemos evaluar, hoy encontramos y debemos trabajar con formas diversas de configuraciones familiares. Grupos familiares con padres (es interesante mencionar que la palabra padres = parents en inglés no tiene género), adultos de un mismo sexo, hijos engendrados en úteros ajenos, hijos de un padre del que sólo se requirió su esperma, etc. Varios y fuertes modelos sociales proclaman estas nuevas formas de configuraciones familiares (Xuxa, Madonna, etc).
Lo cierto es que existen y como grupo padecen, sufren y demandan atención profesional diversa, (jurídica, de salud, de educación, social, etc).
Los roles asignados a cada sexo, inmutables por siglos, hoy también son "sacudidos" y deben adecuarse a necesidades y formas nuevas.
Respecto del rol femenino asistimos al cambio del orden jerárquico anterior. La mujer accede a roles que no hubieran podido ocupar sus madres.
El rol masculino paterno naturalmente también ha variado, no siempre en sintonía con los cambios del rol femenino materno. El rol de autoridad antes exclusivo, incuestionable, rígido, la toma de decisiones, el manejo del dinero y otras dimensiones que se ven fuertemente cuestionadas.

Familias uniparentales, en su mayoría nucleadas alrededor de la figura materna, nos muestran hoy una mujer sola, soportando todo el peso de la crianza, la manutención y el cuidado y educación de los hijos.
Se esgrimen como explicaciones a estos nuevos fenómenos de la vida familiar, entre otras, la incorporación de la mujer al mercado laboral, su igualación en muchos planos con el hombre, los divorcios, la variabilidad en las relaciones de pareja, las familias ensambladas. Lo cierto es que entre otros aspectos, se han reducido de manera drástica los miembros fijos en la familia nuclear. La consecuencia es que hay cada vez menos mujeres y ancianos ( y hasta criados) que antes eran los miembros de la familia que más tiempo pasaban en casa junto a los niños.
Como efecto de ello hoy tenemos niños y jóvenes que pasan solos o en grupos de pares (a veces pandillas o patotas) muchas horas del día.
Parece haberse producido "un eclipse de la autoridad de los adultos" (Savater). Padres y adultos parecen haber abdicado de algunas de sus funciones específicas respecto de los niños y jóvenes.
Este "eclipse de autoridad" se hace patente en todo lo que se refiere especialmente a modelos adultos de conducta y aprendizaje.
Los cambios en la configuración de la familia, los nuevos roles femenino- materno y masculino- paterno, las exigencias laborales, económicas, la incertidumbre existencial, la complejidad de la vida actual, ha transformado a la familia en una instancia social que no cubre su papel socializador de antaño y cada vez delega más y más funciones sobre otras instituciones.
Padres y/o tutores que han perdido su autoridad o no la ejercen, delegan sobre la escuela y otras instituciones cada vez más funciones primarias.
La escuela, por ejemplo, imperceptible y sutilmente las asume y los docentes pasan a ocupar roles paternos, terapéuticos y de trabajadores sociales. Se complejiza así su función específica de enseñanza haciéndose cargo en bloque de aspectos socio- emocionales y culturales de los alumnos que, por otra parte, no puede cubrir, lo que produce un círculo de frustración y descalificación continuo. Los docentes, también partícipes de esta cultura social, actúan estos mismos modelos de adultos abdicantes lo que da como resultado una forma radicalmente opuesta al tradicional y cuestionado autoritarismo: el permisivismo y el facilismo.

A modo de cierre

Hasta aquí los conceptos teóricos y pautas centrales respecto de la familia, pero dado que el título de esta conferencia se refiere explícitamente al rol de la familia en la educación de los hijos quisiera exponer algunos parámetros, modelos o estilos familiares que la clínica nos muestra como disfuncionales.
Predicar sobre "lo que debemos hacer" en este terreno parece peligroso y sin dudas audaz y muy soberbio. Por otro lado, anularía esta característica tan genuina de las familias de hacer las cosas "a su manera" y quitaría lo que precisamente es necesario salvaguardar el lugar y la decisión de los padres y, en todo caso, de todos los otros miembros de decidir qué y cómo hacerlo y en qué tiempos.
Quienes trabajamos con situaciones humanas complejas sabemos cuán poco nos sirven y qué poco claros, o excesivamente amplios, son los pretendidos criterios de normalidad y salud.

La necesidad de una seria reflexión como adultos, padres, docentes, profesionales, ya que no escapamos tampoco al signo de los tiempos. El fanatismo por lo juvenil está presente en los modelos contemporáneos de comportamiento adulto. La moda joven, la despreocupación juvenil, el cuerpo ágil, los culto a los deportes, lejos del concepto adulto vigente para generaciones anteriores sobre la madurez adulta, esa aleación de experiencia, paciencia, moderación y sentido de la responsabilidad parecen estar desdibujados como modelos de aprendizaje para nuestros jóvenes.

Para que una familia funcione como modelo de aprendizaje o favorezca el aprendizaje de un modelo, es imprescindible que alguien se resigne a ser adulto. El padre que quiere funcionar como el mejor amigo del hijo, la madre que prefiere se la confunda con una hermana mayor, no funcionan desde su nivel jerárquico correspondiente de padres y confunden al hijo. Cuanto menos padres quieren ser los padres más paternalista se le exige que sea al Estado y se delegan sucesiva y simultáneamente funciones de la familia en otros sistemas, por ejemplo, discotecas, horarios, carnet de conducir, prohibiciones diversas.
Lo que hemos llamado "una crisis de autoridad en la familia", también merece un espacio de reflexión. La autoridad no consiste en mandar, etimológicamente proviene de un verbo latino que significa ayudar a crecer, ayudar a que crezcan mejor, puesto que de todos modos van a crecer irremediablemente. Si los padres no ayudan a los hijos con su autoridad amorosa a crecer y prepararse para ser adultos, serán las instituciones públicas las que se vean obligadas a imponerles el principio de realidad, no con afecto, sino por la fuerza.
Como contracara del eclipse de la autoridad paterna-adulta es la transformación de los propios niños y jóvenes formados dentro de este modelo social y fuertemente influidos por la cultura en que vivimos, lo que nos obliga a mirar más de cerca lo que rodea a la familia: el medio.
La autoridad paterna, antes incuestionable y casi exclusiva, sólo heredada por los maestros, hoy se ve jaqueada entre otros aspectos por la TV que tal vez sea uno de los protagonistas centrales de la "revolución familiar". Ya no sólo se trata de que no eduque, sino que educa con una fuerza irresistible. Hasta hace pocos años las dos principales fuentes de información eran los libros y las lecciones orales de padres y maestros y otros adultos significativos, dosificadas sabiamente. Pero la irrupción de la TV como un miembro más del grupo familiar terminó con esa dosificación o progresivo revelamiento de realidades feroces e intensas de la vida: enfermedades, guerra, violencia, muerte, ambición, corrupción, incompetencia.
La TV rompe los que eran tabúes para la infancia, transforma violentamente lo que llamábamos "inocencia infantil", lo cuenta todo. Ofrece modelos de vida, ejemplos y contraejemplos, valores y contravalores, sin permitir discriminar información, noticias y mensajes contradictorios. La TV. socializa a través de gestos, climas afectivos, tonalidades de voz, promueve creencias y emociones y adhesiones totales, masivas. Lejos de sumir a los niños en la ignorancia les hace aprenderlo todo y, en general, en soledad, sin padres que puedan acompañar, opinar, compartir, oponerse, contraargumentar.
La información masiva (no sólo de la TV, videos, periódicos, revistas) a que estamos sometidos y la instantaneidad de todo lo que ocurre en cualquier lugar del planeta sin tiempo, antes de una nueva y distinta información, fragmenta nuestra conocimiento y nuestros vínculos más estrechos. Es muy difícil mediatizar esta loca y arbitraria fragmentación de contenidos. A niños y jóvenes se les develan realidades atroces, de tal crudeza que ni los adultos podemos a veces tolerar.
El éxito, la fama, la riqueza, el sida, las drogas, la violencia social, la corrupción, la mentira y el engaño dan lugar a veces a identificaciones masivas, otras a una actitud general de saturación, poco curiosa y muy poco cuestionadora. Asistimos, a veces muy pasivamente, a una pérdida gradual de la capacidad de distinguir lo real de lo virtual. "Se acabó la trabajosa barrera que la alfabetización imponía ante los contenidos de los libros", dice Savater., "al irse haciendo superflua la preparación estudiosa que antes era imprescindible para conseguir información". Esta cultura "Light", del zapping* de la saturación, de la pasividad de espectadores, juega en contra de la tarea de socialización de la familia.
En este sentido, en lugar de adultos abdicantes, o ausentes, la única vía o camino para mediatizar, y si es posible articular la información, parece ser convertirse en adultos maduros y presentes.
Adultos padres y docentes que eduquen (sin temor a la palabra educar, que también ha sufrido censura en nuestra educación) para la selectividad, la crítica, la confrontación, la autonomía y la libertad responsable.
Desafiar creencias, a veces clichés de nuestro tiempo como "no puedo controlarme", que justifica comportarse de forma perjudicial para otros o para sí mismo (esto vale especialmente para la violencia) es útil. Significa promover el control deliberado voluntario y responsable de la conducta. Obviamente esto no nace por generación espontánea es necesario una educación, larga, coherente con este principio, desde los estadios más tempranos.
Nuevas investigaciones (de biólogos, etólogos, antropólogos, sociólogos) han proporcionado evidencias que lejos de aquella idea de pequeños egoístas y amorales, ya desde sus primeros años de vida los niños no sólo comprenden en forma rudimentaria los puntos de vista de otras personas, sino que son capaces también de adoptar conductas prosociales, orientadas hacia los demás.
Transformar en recursos los déficits que apunta al uso y desarrollo de un pensamiento positivo, creador, de la mano de la autoestima, la esperanza y la confianza en sí mismo y en otros en lugar de la sensación de desesperanza, también se aprende en la familia.
Si se estimula la colaboración entre los miembros, creando nuevas o renovadas competencias, apoyo mutuo y confianza, se fomenta la creación de un clima potenciador que permite vivenciar el producto de sus esfuerzos, recursos y habilidades. Las experiencias de éxito, por pequeñas que sean, aumentan el orgullo y eficacia de la familia, permitiéndole enfrentar con mayor eficacia aún las adaptaciones subsiguientes.
Aquí cabe mencionar que nuestra idea occidental de "dominio" también necesita cierta revisión. No todas las crisis de la vida tienen que ser "dominadas", en el sentido que nosotros le damos al término. Revertir el avance de una enfermedad invalidante, derrotar a la muerte, implican el desafío de compartir los esfuerzos de superación y una mayor confianza de que serán capaces de sortear los escollos futuros.
Estimular el respeto, la tolerancia, la serenidad, ofrecer ayuda, apoyo, reconocer y recompensar en forma explícita cualidades y logros, las conductas positivas prosociales, la colaboración. Alentar la empatía y la simpatía –en el sentido griego etimológico del término, - "ponerse en el lugar del otro" que es comunidad de sentimientos", es también parte de una vida familiar equilibrada y satisfactoria. La empatía desarrolla la creatividad, puesto que identificarse con los demás permite vivenciar una gama de experiencias superior a la de una vida individual.
Aprender el uso del humor, el razonamiento, el perdón o la reparación, cuando es necesario, como parte de las costumbres de la vida cotidiana son otros ingredientes no poco importantes.
Evidentemente la socialización se inicia en cada familia pero el mundo exterior penetra muy rápidamente en ella, por lo tanto, se trata no sólo del papel y modelo de padres sino además de otros adultos significativos, entre los que estamos todos incluidos, especialmente desde nuestros roles profesionales.
La construcción de sólidas redes de apoyo y sistemas sociales más amplios que fomenten vínculos comunitarios, dado que las familias en situación de crisis los han perdido. Por ejemplo, grupos psicopedagógicos multifamiliares, grupos de auto ayuda, la despatologización de la angustia reencuadrándola como un desafío, el acento puesto no únicamente en la reparación o resolución actual de problemas sino en la preparación y aprendizaje para retos futuros, son otros elementos que no puedo dejar de mencionar en este contexto.

Por: Profesora Silvia Baeza

Cuando el Colegio no marcha bien: las malas notas

Que hacer ante el Fracaso Escolar

Podemos hablar de fracaso escolar cuando el alumno no consigue los objetivos propuestos para su nivel y edad y existe un desaprovechamiento real de sus recursos intelectuales. Esto suele tener como consecuencia una actitud negativa ante el aprendizaje. Muchas son las causas que pueden originar un fracaso escolar. Las más reseñables son los trastornos de aprendizaje y los trastornos emocionales. Las cifras varían según los diferentes estudios, pero se puede decir que sólo un 2% de los fracasos se debe a factores intelectuales, mientras que alrededor de un 29% está originado por trastornos de aprendizaje, entre los que destaca la dislexia. La misma proporción se debe a factores emocionales de todo tipo, y un preocupante 10% lo ocupa el Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH).
El fracaso escolar también puede darse como consecuencia de las dificultades en el aprendizaje acumuladas por el niño a lo largo de varios cursos, e incluso puede ser un síntoma claro de la inadaptación del niño al centro escolar, debido a planes pedagógicos mal concebidos, organizados y orientados, con exigencias excesivas y formas de enseñanza ineficaces.

Causas del fracaso escolar

· Intelectuales. Surgen como consecuencia de un desajuste entre la edad cronológica y la intelectual, y se da tanto en niños con algún tipo de deficiencia mental como en niños superdotados. También puede producirse por una falta de base sólida en los cursos anteriores.
Lo más común es que se registren insuficiencias en alguna de las dos áreas generales en que se divide la medición de la inteligencia: el área verbal y el área de ejecución manual. La primera incluye, entre otros factores, la comprensión y el uso del lenguaje, así como formas específicas de memoria, juicio social, pensamiento lógico, concentración y pensamiento asociativo. La segunda abarca la coordinación vasomotora, la organización de la percepción, la habilidad para planear una acción y otros factores.
Si existe una deficiencia intelectual, por muy leve que sea, el niño no va a poder adquirir los conocimientos que debería y desde el principio de la escolaridad se retrasa y se va distanciando de sus compañeros. Este retraso no es recuperable y el niño saca más partido de una educación especial. También se puede tratar con terapia del habla, con terapia ocupacional o con terapia educativa, según corresponda.

· Motivación. Aunque el estudiante tenga una inteligencia normal o por encima de la media, pueden reproducirse serios problemas de aprovechamiento escolar si no se siente motivado a aprender. A este respecto también influyen en el estudiante, y actúan como estímulos que le invitan a seguir manteniendo el mismo nivel de esfuerzo, el reconocimiento por los seres queridos, la aceptación social y el logro de metas a corto plazo. Otro motivo importante de desmotivación es la inexistente correlación entre los contenidos impartidos en la escuela y las necesidades reales de una sociedad tan cambiante como la nuestra. Los estudiantes saben que muchos de sus esfuerzos realizados no les van a servir de nada en la vida real y que el éxito académico no les asegura en absoluto el éxito en su vida profesional futura.
La solución a este problema pasa por averiguar qué ocasiona el bajo grado de motivación. El siguiente paso es comenzar a trabajar para aumentarlo. Este proceso puede llevar su tiempo, y en muchos casos es necesaria la ayuda profesional para conseguir cambios satisfactorios.

· Problemas orgánicos. En ocasiones, el buen rendimiento escolar se ve afectado por un problema físico que provoca cierto grado de absentismo escolar o por una enfermedad crónica que genera cierto grado de cansancio en el niño. Entre estos problemas que pueden afectar al niño de manera física o sensorial y provocar un retraso en la adquisición de los conocimientos elementales globales o parciales, se encuentran los visuales o auditivos (miopía, hipermetropía, hipoacusia, etc.), los problemas de orientación espacio-temporal, la dislexia, etc. También está comprobado que los niños que duermen poco o mal, y los que no se alimentan correctamente, en especial en el desayuno, rinden menos de lo que sería deseable.

· Problemas emocionales. Suelen darse tanto en niños con carencias afectivas como en niños sobreprotegidos, así como en niños hiperactivos, inseguros o con exceso de fantasía o algún sentimiento de inferioridad, niños que hayan sufrido la perdida de uno o ambos progenitores, niños con padres muy severos, con un mal ambiente familiar, etc. Estas circunstancias suelen degenerar en trastornos de carácter acompañados de inestabilidad, cólera y reacciones negativas frente al profesor y los compañeros, lo que acarrea importantes dificultades de integración en el colegio.
El niño también puede padecer "fobia escolar", que se origina en los primeros contactos con el colegio y se manifiesta con su oposición tajante a la vida y a las tareas escolares.

· Técnicas y hábitos de estudio. Muchos son los escolares que no saben cómo estudiar. Nadie les enseña cómo se trabaja o se estudia. Hay que aprender a aprender. Un gran esfuerzo en intentar asimilar una materia sin saber cómo hacerlo trae consigo un pobre resultado con el consiguiente desánimo por parte del estudiante. Convertir el estudio en un hábito es otra de las herramientas para alcanzar el éxito académico. El estudio es una tarea cotidiana, que requiere una práctica constante, pero si no es reconfortante en sí, la formación del hábito es más difícil.

· Programación inadecuada. En ocasiones se exige al niño tareas muy difíciles para su nivel de maduración intelectual. Se pretende que todos los niños del curso escolar rindan por igual. A veces también hay una falta de coordinación entre los distintos cursos o ciclos escolares, o discrepancias manifiestas entre los distintos educadores, o entre los educadores y los padres, que pueden llegar a confundir al niño. Y qué decir de los larguísimos temarios que muchas veces quedan inacabados o, cuando menos, mirados de pasada.

· Los profesores. Clases numerosas, falta de respaldo por parte de sus superiores o de especialistas, hacen que en ocasiones el profesor transmita al alumno sentimientos de inseguridad e infravaloración.

Algunas Orientaciones
· Reconozca y acepte que su hijo tiene dificultades. Estudie el problema, localice dónde falla el proceso educativo y ponga los medios necesarios para superarlo.
· Demuéstrele que le quiere no por sus éxitos, sino por él mismo.
· Infórmese por todo lo relacionado con su colegio. No sólo por las notas, también son importantes sus problemas con los compañeros o de relación con los profesores. El niño debe sentir que sus estudios son un asunto que interesa.
· Participe en las actividades escolares que impliquen la presencia de los padres.
· Muestre predisposición y atienda sus necesidades y preguntas en casa, pero nunca jamás le haga el trabajo.
· Haga saber a su hijo que usted no conoce la respuesta a todas las preguntas y propóngale buscar juntos aquellas que desconozca.
· Potencie en el niño la confianza en sí mismo. El entusiasmo se contagia.
· Permítale que tome decisiones y asuma responsabilidades acordes con su edad.
· Nunca le compare con sus hermanos o amigos.
· Jamás le haga sentirse inútil o culpable.
· Sea coherente. Si su hijo ve leer en su casa y usted comparte con él conocimientos es más fácil despertar su deseo de aprender.
· Cree una atmósfera que estimule su curiosidad.
· No asedie a su hijo con la idea del estudio. Explíquele cuáles son los objetivos y qué es lo que se espera de él.
· Antes de decidir, hable con el niño para saber cuál es su problema y qué tipo de ayuda puede ofrecerle usted.
· No amenace ni castigue. Apueste, sobre todo, por la persuasión y la estimulación.
· El estudio requiere sus técnicas. Enseñe a sus hijos a estudiar.
· Enséñele a no desanimarse. Explíquele que hay que ser tenaz y buscar alternativas.
· Evite transmitir mensajes negativos del tipo «eres un mal estudiante» porque puede llegar a creérselos y bloquear su desarrollo posterior.
· Celebre sus éxitos, por mínimos que sean.
· Las clases particulares no siempre son la solución. Si lo hace, debe suprimir la ayuda en cuanto se obtengan los resultados deseados.
· Enriquezca su ocio. Que no vea sólo la televisión. Enséñele programas adecuados, llévele a museos, cuéntele historias, haga que tenga contacto con la naturaleza...

Conflictos en las familias: El dialogo como alternativa

RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS EN EL ÁMBITO FAMILAR:
Dialogos padres - hijos


Los conflictos forman parte inevitable de toda relación humana, dada la existencia de diferencias individuales, puntos de vista diferentes, objetivos e intereses distintos... En el seno familiar, en cuanto grupo social, las diferencias también generan desencuentros, que sin una gestión adecuada pueden originar verdaderas crisis.

Vamos a intentar superar la connotación negativa de este término para poder convertirnos en buenos gestionadores de conflictos y no evitadores de los mismos y así sacar el mayor partido a nuestras relaciones interpersonales.
Los conflictos no son necesariamente sinónimo de pérdida, enemistad, violencia, amenaza, desde este punto de vista es normal que en nuestro día a día intentemos pasar alejados de los conflictos e incluso los queramos esquivar, pero ¿no es cierto que evitándolos no conseguimos más que un aplazamiento momentáneo, que aunque logra eliminar nuestro malestar inmediato lo agrava en el futuro?

El conflicto puede estimular el cambio y el crecimiento o el desarrollo personal, puede plantearnos retos, motivarnos al cambio, puede despertar curiosidad y creatividad, puede profundizar relaciones por abordar temas difíciles, pero importantes. Puede ser en definitiva un medio que nos haga crecer individualmente y socialmente si sabemos gestionarlo, por ello una adecuada resolución de los conflictos en el ámbito familiar, no sólo permitirá mantener un clima adecuado y de confianza entre sus miembros, sino que permitirá aprender al niño/a maneras de afrontar dificultades futuras, que le harán madurar y crecer seguro.
Es cierto que si no se gestiona positivamente puede generar violencia entre los participantes, y que la incertidumbre hasta su resolución puede generar estrés y miedo que puede llegar a bloquear a la persona que se siente amenazada y por tanto a romper las relaciones si la catarsis no se gestiona positivamente. Por ello es de gran importancia adquirir habilidades para su correcto manejo.

Podemos distinguir fundamentalmente cuatro actitudes a la hora de afrontar el conflicto:

El modelo del más fuerte o competidor: “lo haremos a mi manera”, intenta imponer al otro su opinión, su manera de ver las cosas. Este estilo genera a la larga depresión y una baja autoestima en el otro, y una “obediencia” ejercida sólo ante la presencia del “autoritario”, lo que no lleva a un éxito real.
El evitador: busca evitar el estallido, la expresión abierta del conflicto. Prefiere huir, escapar del conflicto, pero a la alarga sólo consigue el deterioro de la relación, que nunca ve resueltas sus diferencias y explosiones aisladas de ira fruto de la frustración de no poder defender opiniones, gustos, derechos...
• El modelo “de la tirita” o del ”acomodaticio”: busca una solución rápida para salir del paso y no perder la relación, en el fondo es otro tipo de evitación, aparentemente hago frente al conflicto pero no es más que una cesión que obvia mis intereses reales, “vale, lo que tu digas”, consiente, se convence de que no es importante para poder tolerar, pero a la larga impide su crecimiento y puede llegar a generar dependencia de los demás y frustración.
El modelo del ”colaborador”, se muestra interesado tanto en salvar sus intereses como en salvar la relación, intentando buscar una solución mutuamente beneficiosa “los dos podemos ganar, yo quiero...dime tú lo que te interesa”, examina junto a los otros los pros y los contras de los distintos puntos de vista para intentar complacer a todos. En extremo puede paralizarse la toma de decisiones por un excesivo análisis, pero es la más adecuada. Es importante poner límites y llegar a soluciones.

Estos modelos pueden tener su paralelismo en tres estilos educativos diferentes (Musitu y Gutiérrez, 1984).

Inductivo: centrado en el razonamiento y la comprensión
Coercitivo: centrado en la fuerza física o verbal
Estilo negligente: centrado en la permisividad o la dejadez.

Estilos que, como ya vimos por ejemplo en el caso del acoso escolar, influyen notablemente en la formación de actitudes, características, comportamientos y autoestima de nuestros hijos/as, y por tanto determinan su desarrollo.
Así pues, parece claro que los déficit de habilidades de los miembros de una familia para resolver sus conflictos y problemas pueden ser una fuente importante de desorden en la misma. Una estrategia democrática de solución de problemas donde todos los miembros aporten posibles cauces para solventar los conflictos, teniéndose en cuenta las diversas opiniones, es muy positiva para toda la unidad familiar, pues no sólo se obtienen un mayor número de soluciones alternativas sino que todos los miembros se sienten implicados sin que medie ninguna imposición autoritaria, lo que aumenta la probabilidad de cumplimiento por todas las partes y genera una satisfacción mayor.

Los posibles pasos a seguir al establecer en común la estrategia de solución son:
Dialogar entre todos hasta llegar a una definición descriptiva, lo más concreta posible y consensuada del problema. Ello permitirá una búsqueda de soluciones concretas y evaluables por todos, y no sujetas a interpretaciones o valoraciones que aumentarían el conflicto

- Confeccionar un amplio listado de posibles soluciones sin que medie un juicio sobre la bondad o dificultad de cada una. En ocasiones el centrarnos sólo en una o dos alternativas impide considerar soluciones creativas, y nos lleva a entrar en un pensamiento circular del que es difícil salir.
Se debe aprender a proponer soluciones positivas y no a usar la crítica como arma destructiva

- Evaluar cada solución de las aportadas, puntuándolas de 0-10 en función de los costes y beneficios que nos supondrían, y seleccionar aquellas que entre todos se consideren como las más viables.

- Planificar los pasos que cada miembro de la familia debe dar para alcanzarla, concretando fecha, lugar, medios necesarios...

- Final mente evaluar los resultados, los éxitos parciales o totales, volviendo a repetir el proceso en caso necesario, analizando las dificultades que han impedido llegar a los objetivos establecidos.

La Necesidad del diálogo padres-hijos
Cuando sólo se usa el lenguaje verbal hablamos de diálogo. Y este se da por dos formas extremas: por exceso o por defecto. Ambas, provocan distanciamiento entre padres e hijos. Hay padres que, con la mejor de las intenciones, procuran crear un clima de diálogo con sus hijos e intentan verbalizar absolutamente todo. Esta actitud fácilmente puede llevar a los padres a convertirse en interrogadores o en sermoneadores, o ambas cosas.

Los hijos acaban por no escuchar o se escapan con evasivas. En estos casos, se confunde el diálogo con el monólogo y la comunicación con la enseñanza. El silencio es un elemento fundamental en el diálogo. Da tiempo al otro a entender lo que se ha dicho y lo que se ha querido decir. Un diálogo es una interacción y, para que sea posible, es necesario que los silencios permitan la intervención de todos los participantes.

Dialogar también es Escuchar
Junto con el silencio está la capacidad de escuchar. Hay quien hace sus exposiciones y da sus opiniones, sin escuchar las opiniones de los demás. Cuando eso sucede, el interlocutor se da cuenta de la indiferencia del otro hacia él y acaba por perder la motivación por la conversación. Esta situación es la que con frecuencia se da entre padres e hijos. Los primeros creen que estos últimos no tienen nada que enseñarles y que no pueden cambiar sus opiniones. Escucha poco a sus hijos o si lo hacen es de una manera inquisidora, en una posición impermeable respecto al contenido de los argumentos de los hijos. Esta situación es frecuente con hijos adolescentes. Estamos ante uno de los errores más frecuentes en las relaciones paterno filiales: creer que con un discurso puede hacerse cambiar a una persona.

A través del diálogo, padres e hijos se conocen mejor, conocen sobre todo sus respectivas opiniones y su capacidad de verbalizar sentimientos, pero nunca la información obtenida mediante una conversación será más amplia y trascendente que la adquirida con la convivencia. Por esto, transmite y educa mucho más la convivencia que la verbalización de los valores que se pretenden inculcar. Por otro lado, todo diálogo debe albergar la posibilidad de la réplica. La predisposición a recoger el argumento del otro y admitir que puede no coincidir con el propio es una de las condiciones básicas para que el diálogo sea viable. Si se parte de diferentes planos de autoridad no habrá diálogo.
La capacidad de dialogar tiene como referencia la seguridad que tenga en sí mismo cada uno de los interlocutores. Hay que tener presente que la familia es un punto de referencia capital para el niño y el joven: en ella puede aprender a dialogar y, con esta capacidad, favorecer actitudes tan importantes como la tolerancia, la asertividad, la habilidad dialéctica, la capacidad de admitir los errores y de tolerar las frustraciones.
Cuando existe la comunicación en una familia, seguramente se puede afirmar que existe un compañerismo, una complicidad, y un ambiente de unión y afecto en la casa. Habrá sobretodo un respeto mutuo y unos valores más asentados. Sin embargo, crear este clima de comunicación en la familia, no es así una tarea tan facil. Hay que ayudar a los hijos con prácticas, es decir, que los padres introduzcan mecanismos que faciliten la comunicación.

Pequeños consejos para mejorar la comunicación entre padres e hijos
- Al dar una información, busca que siempre sea de una forma positiva.
- Obedecer a la regla de que "todo lo que se dice, se cumple".
- Empatizar o ponernos en el lugar del otro.
- Dar mensajes consistentes y no contradictorias.
- Escuchar con atención e interés.
- Crear un clima emocional que facilite la comunicación.
- Pedir el parecer y la opinión a los demás.
- Expresar y compartir sentimientos.
- Ser claros a la hora de pedir algo.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Mejorar como Padres

PARENTALIDAD POSITIVA: ORIENTACIONES BASICAS

1. Orientación a resultados: padres y madres de familia necesitan tener plena conciencia de los efectos de sus acciones en el comportamiento de sus hijos e hijas. Asimismo, necesitan tener claros los logros que esperan que sus hijos alcancen para actuar en consecuencia y ayudarles a desarrollarse
integralmente con toda libertad.

2. Autocontrol: en las relaciones de familia se presentan situaciones o comportamientos de los hijos e hijas que no necesariamente responden a las expectativas de los padres. En estos casos, padres y madres necesitan poder autocontrolar sus emociones para reaccionar de manera constructiva ante
cualquier situación problemática. Su propio ejemplo de autocontrol es un importante referente al que acuden los hijos para aprender ellos mismos a autocontrolarse.

3. Percepción de efectividad como padres o madres: sentirse capaces de que como padres y madres de familia están desempeñando bien su función es el mejor aliciente para continuar las buenas
prácticas y buscar aprendizajes que les ayuden a ser mejores.

4. Empatía: este es el sentimiento fundamental de la inteligencia emocional que se aprende en los primeros años de vida en el seno del hogar. Por otra parte, el ser empáticos permite que padres y madres de familia puedan atender mejor las necesidades de sus hijos y apoyen y estimulen cada uno de sus intentos de desarrollo.

5. Atención positiva: ni el desinterés ni la sobreprotección por parte de padres y madres de familia
son beneficiosos para el adecuado desarrollo de los niños y las niñas. Para que ellos y ellas se desarrollen adecuadamente hace falta la atención positiva de sus progenitores, la cual se basa en el estilo democrático de parentalidad.

6. Solución de problemas y toma de decisiones: la construcción de una rica interacción entre padres e hijos en la primera infancia, requiere que los progenitores resuelvan eficaz y eficientemente los
problemas cotidianos. Este comportamiento sirve a la vez de modelo a los niños para que aprendan a resolver sus propios problemas.

7. Potenciación del desarrollo: el conocimiento pleno de lo que se espera en cada área del desarrollo infantil permite a los padres enfocarse adecuadamente en los resultados que deben propiciar.
Por su parte, la lectura de materiales de calidad y la capacitación en estrategias didácticas y de estimulación convierten a los padres y a las madres de familia en verdaderos potenciadores del óptimo desarrollo de sus hijos e hijas.

8. Orientación a la democracia: la familia es el mejor foro donde aprender a vivir en democracia.
Padres y madres de familia democráticos respetan la individualidad de sus hijos y reconocen y estimulan en ellos el derecho a tener un criterio propio, a expresar sus opiniones aunque difieran de las de los adultos y a tomar sus propias decisiones incluso desde las más tiernas edades.

9. Regulación del comportamiento de los hijos: una de las preocupaciones más comunes entre los padres de familia es saber disciplinar a sus hijos; lamentablemente en muchos casos se llega a
concluir que la parentalidad es la habilidad de imponer disciplina a los hijos. Estructurar el mundo de los hijos y establecer normas que les ayuden a organizar su comportamiento es una de las funciones de los progenitores, pero igualmente importante es la aplicación de estrategias para enseñar a sus hijos a
dominarse a sí mismos por convicción propia. El autocontrol y la autorregulación son destrezas emocionales básicas que empiezan a adquirirse en la primera infancia y permiten en el largo plazo la formación de un carácter emprendedor, disciplinado y mejor preparado para afrontar las frustraciones de la vida.

10. Liderazgo: padres y madres de familia dirigen el rumbo de sus familias, por lo tanto necesitan poseer las cualidades de un buen líder para infundir confianza en sus hijos y motivarles a seguir su ejemplo.

11. Comunicación efectiva: la buena comunicación es fundamental para mantener una relación armónica entre los miembros de la familia. Aprender a comunicarse con los hijos y las hijas desde el primer día de nacidos es fundamental para garantizar el mantenimiento de relaciones nutrientes y estrechas. Los beneficios de adquisición de mejores estrategias de comunicación no son sólo exclusivos de las relaciones entre padres e hijos sino que pueden extenderse a la pareja y a otros
ámbitos de convivencia.

12. Capacidad de asombro: en la etapa de la primera infancia, cuando el niño y la niña empiezan a descubrir el mundo que les rodea y se asombran con cada cosa y fenómeno nuevo que conocen, es sumamente importante que encuentren padres estimulantes que compartan su mismo asombro por las maravillas que descubren en su avanzar por la vida.

13. Habilidades lúdicas y sentido del humor: jugar y reírse son dos características fundamentales para construir una inteligencia emocional fuerte. Antes de los seis años, la mayoría de los aprendizajes se obtienen a través de experiencias de juego y las frustraciones propias de la edad se superan mejor con buenas dosis de carcajadas. Padres y madres necesitan jugar y reírse más con sus hijos y disfrutar al máximo de esos efímeros primeros seis años.

T.G.D.: Niñ@s con Asperger

-El síndrome de Asperger fue primeramente descrito por el Dr. Hans Asperger, un pediatra de Austria en 1944. Más recientemente ha sido clasificado como trastorno generalizado del desarrollo. Es un trastorno neurobiológico generalmente considerado como perteneciente al espectro del autismo. Los pacientes con síndrome de Asperger tienen capacidad intelectual dentro del rango normal con, sin embargo, un perfil distinto de habilidades aparentes desde la temprana infancia. Pueden mostrar conductas y deficiencias marcadas en habilidades sociales y de la comunicación. El síndrome de Asperger es un trastorno poco común y la información sobre la prevalencia es limitada pero parece ser más común en varones. No hay ningún tratamiento o cura específicos para el Síndrome de Asperger. Todas las intervenciones son sintomáticas y/o rehabilitacionales.

Autor: Dr T. Attwood

-Uno de los principales problemas que encuentran los familiares es que sus hijos son catalogados de otras patologías,ya sea falta de atención con o sin hiperactividad,
trastornos del desarrollo, de personalidad, esquizofrenia, fobias....
Por eso es muy importante un diagnóstico precoz, con el fín de empezar lo antes posible con
la ayuda de éste área específica.

Según la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (AACAP)
El desorden de Asperger es el término usado para un tipo específico de desorden que abarca el desarrollo completo y se caracteriza por problemas en el desarrollo de las destrezas sociales y del comportamiento. En el pasado, muchos niños con el desorden de Asperger han sido diagnosticados como si padecieran de autismo, otro de los desórdenes que abarcan el desarrollo, o de otros desórdenes. Mientras que el autismo y el Asperger tienen ciertas similitudes, también tienen diferencias importantes. Por dicha razón, los niños que se sospecha tienen estas condiciones requieren una evaluación cuidadosa.
En general, un niño con el desorden de Asperger funciona a un nivel más alto que el típico niño con autismo. Por ejemplo, muchos niños con el desorden de Asperger tienen inteligencia normal. Mientras la mayoría de los niños con autismo fallan o se atrasan en el desarrollo del lenguaje, los niños con el desorden de Asperger usualmente articulan palabras a la edad de dos años, aunque sus patrones del habla pueden ser algo raros.
La mayoría de los niños con el desorden de Asperger tienen dificultad en la interacción con sus pares. Ellos tienden a ser solitarios y pueden demostrar comportamientos excéntricos. Un niño con Asperger, por ejemplo, puede estar por horas cada día preocupado contando los coches que pasan por la calle o mirando sólo el canal del tiempo en la televisión. Las dificultades con la coordinación son también comunes en personas con este desorden. Estos niños a menudo tienen necesidades educativas especiales.
Aunque la causa del desorden de Asperger todavía no se conoce, las investigaciones que se están llevando a cabo actualmente sugieren que una tendencia hacia esa condición puede correr en familias. Los niños con el desorden de Asperger corren el riesgo también de sufrir otros desórdenes psiquiátricos incluyendo la depresión, el desorden de déficit de atención, la esquizofrenia y el desorden de obsesión compulsiva.
Los psiquiatras de niños y adolescentes tienen el entrenamiento y la destreza para evaluar los desórdenes que abarcan el desarrollo completo tales como el autismo y el desorden de Asperger. Ellos también pueden trabajar con las familias para diseñar programas de tratamiento apropiados y efectivos. Actualmente, el tratamiento más efectivo envuelve una combinación de psicoterapia, educación especial, modificación del comportamiento y apoyo para las familias. Algunos niños con el desorden de Asperger también se beneficiarán con medicamentos.
El resultado para los niños con el desorden de Asperger es generalmente más prometedor que para aquéllos con autismo. Debido al alto nivel de funcionamiento intelectual, muchos de estos niños terminan la escuela superior y asisten a la universidad. Aunque los problemas con la interacción social y la percepción persisten, ellos pueden también desarrollar relaciones duraderas con la familia y los amigos

Aunque aquí vienen reflejados algunos síntomas, cada persona es diferente y no tiene porqué reunir todas las características..

-La aparición de los problemas suele aparecer cerca de los 3 años.
-Problemas y dificultades en el aprendizaje. Trastornos de conducta.
-Suelen ser motivo de "bulling" en los colegios. No se abren a contar sus problemas.
-Un CI global sensiblemente normal o incluso un poco por encima de la media normal,
pero que no es suficiente para la relación social por culpa de otros problemas.
-La dificultad de la relación con los otros tanto con el habla como con otras formas no verbales (contacto ocular, movimiento corporal, expresión de la cara) con ausencia aparente de emociones sociales.

-Relación problemática con niños de su edad. Sin embargo, se relaciona con adultos y niños pequeños.
-Dificultad en actividades grupales ,ya sea porque no logra integrarse o porque intenta imponerse.
-Un lenguaje aprendido sin retraso, aparentemente rico, con amplio vocabulario, pero de contenido limitado, con repetición y monotonía, sin interés para el interlocutor.
-Una forma de hablar preciosa,educada, con una voz alta y monótona.
-Un lenguaje corporal y de rostro,inapropiados.
-Adopta posturas inadecuadas. Andares "raros".Torpeza física.
-Una fijación excesiva por ciertos objetos, rituales y fijaciones repetitivas.
-Dificultades para entender conceptos abstractos.
-Un modo de vida rutinario, con gran rigidez y extremada dificultad para afrontar/adaptarse a los cambios.
-Déficit en las habilidades de organización y planificación.
-Una extrema sensibilidad a ciertos ruidos y olores.
-Una gran credulidad y falta de "malicia" los hace muy vulnerables. Suelen ser motivo de engaños.
-Son "inocentones" y no saben mentir eficazmente. Demasiado sinceros.
-Una memoria muy desarrollada, sobre todo para los detalles, pero ésta
memoria automática, enciclopédica, no tiene espíritu de crítica.
-Grandes conocimientos en un área específica.
-Los temas de su interés son restrictivos y llega a obsesionarse en hablar siempre de lo mismo.
-Problemas sensoriales: no le gusta que los toquen y evitan el contacto físico.
-Bajo concepto de sí mismos. Niveles de ansiedad y problemas emocionales.
-Una cierta tendencia a balancearse, o a moverse, sobre todo en periodos de concentracióno nerviosisimo.
-Los afectados suelen ser vistos como egocéntricos, que mantienen las distancias y tienen problemas de inserción socio-profesional.
-Algunas personas saben que son diferentes, pero no saben porqué.
-Algunos adultos descubren que ellos tienen síndrome de asperger en el momento en que diagnostican a su hijo: se reconocen entonces a sí mismos dentro del cuadro clínico.
-Emociones infantiles para su edad. Pueden llorar desconsoladamente
-Caligrafía deficiente debida a la falta de motricidad fina.
-Distraídos y olvidadizos .Se olvidan el material escolar.
-Problemas en las relaciones con sus compañeros. Suelen estar solos en el recreo.
-Bajo concepto de sí mismos.
-Niveles de ansiedad y problemas emocionales.

ASPECTOS A DESTACAR
-Gran capacidad de retención de información.
-Nivel intelectual por encima de la media. A veces, parecen superdotados.
-Niños sensibles y muy amables.
-Siempre dispuestos a ayudar, incluso a desconocidos


QUE HACER

-Solicitar una valoración clínica y psicológica.
-Para conseguir un diagnóstico precoz
-Y establecer estimulación temprana/terapias de integración/canalización con apoyo
psicológico, pedagógico, logopédico o lo que más convenga para su normalización.
-Y apoyo familiar.
A veces,en las exploraciones físicas, suelen remitirnos al otorrino y al traumatólogo. También es posible que nos envíen al neurólogo.
-Por supuesto, mantener una entrevista personal con el director del centro donde cursa sus estudios,y a ser posible, aportar informe médico/psicológico del especialista que lo esté tratando. Muy importante mantener una reunión con los Orientadores del Centro

Los padres debemos estar preparados para ajustar el tratamiento a las necesidades cambiantes de nuestros niños.Las técnicas a seguir,siempre serán conductuales:
-Entrenarlos en comportamientos cotidianos como dar los buenos días ,respetar las distancias con otros, evitar desviar la atención hacia otra cosa cuando les están hablando...
-Prepararlos con antelación ante cualquier cambio que creamos pueda suponer un conflicto.
-Enseñarles los gestos/comportamientos generales de las personas para que puedan interpretarlos correctamente.
-Limitar sus intereses obsesivos planificándoles otras actividades y haciéndoles partícipes activamente.
-Enseñarles qué hacer en distintas situaciones cotidianas que se les puedan presentar.(Si se extravían, si se ven envueltos en una pelea,....)
-Siempre proporcionarles un ambiente tranquilizador y de confianza, donde puedan expresarse, preguntarnos sobre cualquier cosa que les preocupe. Sólo así podremos ayudarlos eficazmente.

La Importancia de la Imagen Corporal

I.- IMPORTANCIA DEL CONCEPTO DE IMAGEN CORPORAL
autor de referencia: José Ignacio Baile Ayensa

El concepto de imagen corporal es un constructo teórico muy utilizado en el ámbito de la psicología, la psiquiatría, la medicina en general o incluso la sociología. Es considerado crucial para explicar aspectos importantes de la personalidad como la autoestima o el autoconcepto, o para explicar ciertas psicopatologías como los trastornos dismórficos y de la conducta alimentaria, o para explicar la integración social de los adolescentes. Puede abundarse sobre estas relaciones en Koff, Rierdan y Stubbs (1990), en Gracia, Marcó, Fernández y Juan (1999) o en Rice (2000). Sin embargo no existe un consenso científico sobre qué es la imagen corporal, o cómo se evalúa, ni cómo se manifiesta una alteración de ella. En las últimas décadas los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), como son la Anorexia Nerviosa y la Bulimia Nerviosa, han generado una importante atención social y un importante corpus científico, analizando la etiología, clínica asociada, tratamientos eficaces, etc., Dado que una alteración de la imagen corporal (insatisfacción corporal) se ha considerado clave dentro los posibles factores predisponentes, y otra alteración (distorsiones perceptivas del tamaño corporal) como un criterio diagnóstico, el estudio de la imagen corporal también ha recibido gran atención. Esta atención ha proporcionado gran información científica, pero ha polarizado las aportaciones, pues ha provocado que se estudie la imagen corporal casi exclusivamente como una variable asociada a TCA.

II.- DEFINICIÓN DE IMAGEN CORPORAL

Bruch (1962), en la década de los años 60 del siglo XX, proponiendo los rasgos psicopatológicos de las pacientes anoréxicas, puso de manifiesto por primera vez la importancia de una alteración de la imagen corporal en dicho trastorno, a partir de ese momento se adquirió conciencia en el mundo científico de la necesidad de saber qué es la imagen corporal y cuáles podrían ser las técnicas de evaluación para “apresarla”. 1.- Evolución del concepto de imagen corporal .
Las primeras referencias a imagen corporal, y alteraciones asociadas, se hallan en los trabajos médicos sobre neurología del principios del siglo XX. Fishe (1990) indica que Bonnier en 1905 acuña el término de “aschemata” para definir la sensación de desaparición del cuerpo por daño cerebral, o que Pick en 1922, para referirse a problemas con la propia orientación corporal utiliza el término de “autotopagnosia”. Pick, igualmente, indicaba que cada persona desarrolla una “imagen espacial” del cuerpo, imagen que es una representación interna del propio cuerpo a partir de la información sensorial. Henry Head, en los años 20, proponía que cada individuo construye un modelo o imagen de sí mismo que constituye un standard con el cual se comparan los movimientos del cuerpo, y empezó a utilizar el término “esquema corporal”. Paul Schilder en su libro The Image and Appearance of the Human Body de 1935, propone la primera definición que se realiza sin recurrir a aspectos exclusivamente neurológicos. En su definición de imagen corporal se conjugan aportaciones de la fisiología, del psicoanálisis y de la sociología, definiéndola como: “La imagen del cuerpo es la figura de nuestro propio cuerpo que formamos en nuestra mente, es decir, la forma en la cual nuestro cuerpo se nos representa a nosotros mismos” (Schilder, 1950) Schilder es pionero en el análisis multidimensional del concepto de imagen corporal. Las teorías psicoanalíticas dominan en la primera mitad del siglo XX las explicaciones sobre el cuerpo, la imagen corporal y aspectos psicológicos asociados, poniendo especial hincapié en las manifestaciones inconscientes. 2.- La imagen corporal y los T.C.A. Como ya se ha señalado H. Bruch (1962) es la primera autora que dirige la atención hacia una posible alteración de la imagen corporal en la Anorexia Nerviosa, a partir de ese momento comienza un interesante periodo de investigaciones sobre las alteraciones de la imagen como sintomatología propia de los TCA. Según Bruch, la anorexia nerviosa tiene tres características: un paralizante sentimiento de ineficacia personal, la incapacidad para reconocer la información interna proveniente del cuerpo, y en tercer lugar, una alteración de la imagen corporal. La alteración de la imagen corporal se ha considerado desde entonces como un criterio diagnóstico necesario en los TCA y así figura las sucesivas ediciones del clásico manual de diagnóstico, el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-IV) de la American Psychiatric Association (APA,1994). Dos importantes trabajos (Rusell, 1970; Slade y Rusell, 1973) pusieron de manifiesto que el miedo a estar gordo es un elemento central de la psicopatología de los TCA, y que la alteración de la imagen corporal que se detecta principalmente, es la tendencia a ver el cuerpo con más tamaño que el real, lo que se denominó de forma general: sobreestimación. Investigaciones posteriores puntualizarán estas primeras investigaciones, pero las mismas fueron el inicio tres grandes líneas de estudio: a.- Estudiar el peso de las alteraciones de la imagen como causa de los TCA. b.- Dilucidar hasta qué punto una alteración de la imagen corporal es un síntoma patognómico. c.- Cómo se podría evaluar la imagen corporal y estas alteraciones que se presumían claves en los TCA. 3.- Definiciones actuales de Imagen Corporal. Existen numerosos términos utilizados actualmente en este campo, que son cercanos conceptualmente, similares en algunos aspectos, o incluso sinónimos, pero que no han sido consensuados por la comunidad científica. Por ejemplo: Imagen Corporal, Esquema Corporal, Satisfacción Corporal, Estima Corporal, Apariencia, Apariencia corporal, y dentro de las alteraciones se habla de Trastorno de la Imagen Corporal, Alteración de la Imagen Corporal, Insatisfacción Corporal, Dismorfia Corporal, Insatisfacción Corporal o Distorsión Perceptiva Corporal... Thompson, Heinberg, Altabe y Tantleff-Dunn (1998), recogen una serie de definiciones de imagen corporal y términos cercanos, como “satisfacción corporal”, “exactitud de la percepción del tamaño”, “satisfacción con la apariencia”, etc, intentando definir más precisamente cada término.

El uso de una expresión u otra depende más de la orientación científica del investigador, o del aspecto concreto de la imagen corporal que se va a investigar o incluso de la técnica de evaluación disponible. Probablemente todavía no dispongamos de una definición rotunda de imagen corporal y para poder avanzar en la precisión del término deberemos asumir que estamos ante un constructo teórico multidimensional, y que sólo haciendo referencia a varios factores implicados podemos intuir a qué a nos referimos. Analizando las aportaciones de diversos autores Pruzinsky y Cash (1990) proponen que realmente existen varias imágenes corporales interrelacionadas: -

Una imagen perceptual. Se referiría a los aspectos perceptivos con respecto a nuestro cuerpo, y podría parecerse al concepto de esquema corporal mental, incluiría información sobre tamaño y forma de nuestro cuerpo y sus partes. - Una imagen cognitiva. Que incluye pensamientos, auto-mensajes, creencias sobre nuestro cuerpo. -

Una imagen emocional. Que incluye nuestros sentimientos sobre el grado de satisfacción con nuestra figura y con las experiencias que nos proporciona nuestro cuerpo. Para estos autores la imagen corporal que cada individuo tiene es una experiencia fundamentalmente subjetiva, y manifiestan que no tiene porque haber un buen correlato con la realidad. Este concepto amplio de imagen corporal, tiene las siguientes características:

1.- Es un concepto multifacético.
2.- La imagen corporal está interrelacionada por los sentimientos de autoconciencia: “Cómo percibimos y experimentamos nuestros cuerpos se relaciona significativamente a cómo nos percibimos a nosotros mismos”
3.- La imagen corporal está socialmente determinada. Desde que se nace existen influencias sociales que matizan la autopercepción del cuerpo.
4.- La imagen corporal no es fija o estática, más bien es un constructo dinámico, que varía a lo largo de la vida en función de las propias experiencias, de las influencias sociales, etc.
5.- La imagen corporal influye en el procesamiento de información, la forma de percibir el mundo está influencia por la forma en que sentimos y pensamos sobre nuestro cuerpo.
6.- La imagen corporal influye en el comportamiento, y no sólo la imagen caporal consciente, sino también la preconsciente y la inconsciente. Thompson (1990) amplia el término de imagen corporal, además de los componentes perceptivos y cognitivo-emocionales, ya mencionados antes, incluiría un componente conductual que se fundamentaría en qué conductas tienen origen en la consideración de la forma del cuerpo y el grado de satisfacción con él. Por ejemplo evitar situaciones donde se vea el cuerpo desnudo o comprar ropas que simulen ciertas partes del cuerpo. Otros autores como Slade (1994), centran su explicación más en una representación mental, la cual se origina y modifica por diversos factores psicológicos individuales y sociales, la define así: “ la imagen corporal es una representación mental amplia de la figura corporal, su forma y tamaño, la cual está influenciada por factores históricos, culturales, sociales, individuales y biológicos que varían con el tiempo”

La profesora R.M. Raich de la Universidad Autónoma de Barcelona, probablemente, será la investigadora que más ha trabajado en España en Imagen Corporal y en un libro específico que de dedicó a este tema propone una definición integradora de imagen corporal: “...es un constructo complejo que incluye tanto la percepción que tenemos de todo el cuerpo y de cada una de sus partes, como del movimiento y límites de éste, la experiencia subjetiva de actitudes, pensamientos, sentimientos y valoraciones que hacemos y sentimos y el modo de comportarnos derivado de las cogniciones y los sentimientos que experimentamos.” (Raich, 2000) Y más resumidamente, “la imagen corporal es un constructo que implica lo que u no piensa, siente y cómo se percibe y actúa en relación a su propio cuerpo” (Raich, Torras y Figueras, 1996) Aunque la definición de los autores españoles puede ser aceptada en nuestro entorno, en una revisión de más de 100 artículos sobre imagen corporal se concluyó que “ el concepto de imagen corporal no ha sido definido todavía de forma concluyente, y la tarea de medir las alteraciones de la imagen corporal de una forma objetiva es todavía un desafío formidable” (Skrzypek, Wehmeier y Remschmidt, 2001).
4.- Una definición integradora. Recogiendo diferentes aportaciones, podemos proponer la siguiente definición con carácter integrador: La imagen corporal es constructo psicológico complejo, que se refiere a cómo la autopercepción del cuerpo/apariencia genera una representación mental, compuesta por un esquema corporal perceptivo y así como las emociones, pensamientos y conductas asociadas.

III.- LA ALTERACIÓN DE LA IMAGEN CORPORAL

Si la imagen corporal está alterada o si existe un trastorno de la imagen corporal, exactamente a qué nos estamos refiriendo. Dado que las anteriores definiciones plantean que la imagen corporal es un constructo polifacético, los autores se refieren a una alteración de la imagen corporal si se comprueba que uno de los factores de la imagen corporal está de alguna forma alterado. Como entidad nosológica propia, existe una alteración grave de la imagen corporal que históricamente se denominaba Dismorfofobia, y que actualmente es considerado como Trastorno Dismórfico Corporal y para el cual existen tres criterios diagnósticos
(APA, 1994):
a) Preocupación por algún defecto imaginado del aspecto físico. Cuando hay leves anomalías físicas, la preocupación del individuo es excesiva.
b) La preocupación provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
c) La preocupación no se explica mejor por la presencia de otro trastorno mental (p.ej. la insatisfacción con el tamaño y la silueta corporales en la anorexia nerviosa).

A parte de este trastorno, no existe otra enfermedad o trastorno reconocido sobre alteraciones de la imagen corporal. Sí que se incluye esta patología como criterio diagnóstico de trastornos ya clasificados. 1.- Definición de alteración de la imagen corporal Encontramos las primeras referencias en este campo a finales del siglo XIX cuando se acuña por Morselli el término de dismorfofobia (miedo a la propia forma), en 1903 Janet se refiere a “la obsesión por la vergüenza del propio cuerpo” (Raich, 2000). Bruch (1962) describía una alteración de la imagen corporal en las anoréxicas y la definía como una desconexión entre la realidad de la forma y estado del cuerpo de las anoréxicas y de cómo ellas se veían, y concretamente como una distorsión en la autopercepción del tamaño del cuerpo. Garner y Garfinkel (1981) en una revisión sobre sistemas de evaluación de la imagen corporal en anorexia nerviosa, proponen que la alteración puede expresarse a dos niveles:
a) Una alteración perceptual, que se manifiesta en la incapacidad de las pacientes para estimar con exactitud el tamaño corporal
b) Una alteración cognitivo-afectiva hacia el cuerpo. Que se manifiesta por la presencia de emociones o pensamientos negativos por culpa de la apariencia física. A partir de este planteamiento clásico, al hablar de alteración de la imagen corporal es necesario especificar, sobre cuál aspecto de la imagen corporal estamos considerado alterado. Así, el término “distorsión perceptual” podría servir como expresión para denominar la alteración de la imagen corporal en el ámbito de la estimación de tamaño, e “insatisfacción corporal” como la expresión para denominar la alteración de la imagen consistente en el conjunto de emociones, pensamientos y actitudes negativos hacia el tamaño y forma del cuerpo. Sin embargo en la literatura se encuentra el uso de estos términos de forma muy libre, por ejemplo algunos autores utilizan el término “insatisfacción corporal” como la discrepancia entre la figura que se considera actual y la que se considera ideal, elegidas entre una serie de siluetas dibujadas (Gardner y Stark, 1999), y otros, como la puntuación obtenida en una escala de nueve ítems referidos a diferentes partes del cuerpo, junto a la satisfacción/insatisfacción que suscitan (Garner, 1998) y para Sepúlveda, Botella y León (2001) la presencia de juicios valorativos sobre el cuerpo que no coinciden con las características reales. Vaz, Peñas, Ramos (1999) reclaman esfuerzos en la clarificación terminológica, y proponen junto a Thompson (1990), que no se confundan “alteración de la imagen corporal” con “insatisfacción corporal”, pues el primer concepto engloba al segundo y a otros muchos más aspectos. Repasando diversas aportaciones en este campo, en otro lugar hemos propuesto las siguientes consideraciones (Baile, 2002):

a) No existe una expresión unívoca para referirse a la alteración-trastorno-desviación de la imagen corporal, en consonancia con la multidimensionalidad del propio constructo de imagen corporal .
b) Debido a esto, el mismo término es utilizado a veces por diferentes autores pero lo operativizan de forma diferente, y utilizan técnicas muy diferentes de medida.
c) Algunos autores proponen que el término más global podría ser “alteración/trastorno de la imagen corporal” y que éste englobaría a los demás, como distorsión perceptual, insatisfacción corporal... (Raich, Mora, Soler, Avila, Clos y Zapater, 1994).
d) Hasta que se llegue a un consenso terminológico, debería indicarse al hablar de alteración de la imagen corporal , a qué faceta o aspecto del problema se refiere, si a una alteración a nivel perceptual, actitudinal, emocional, conductual...
e) Es necesario abundar en trabajos que determinen si detrás de los diferentes términos, y de las diferentes formas de evaluación, existe fundamentalmente un único rasgo psicológico.

2.- Evaluación de la Imagen Corporal y sus alteraciones
Realmente no se han propuesto técnicas que evalúen la Imagen Corporal de forma “pura”, es decir como constructo psicológico sin alterar. Todas las técnicas propuestas persiguen detectar algún tipo de alteración o trastorno. Se han propuesto técnicas para evaluar los diferentes factores asociados, a continuación se reseña un breve resumen: -
Alteraciones perceptivas: Se han propuesto técnicas dirigidas a evaluar el grado de distorsión o percepción del tamaño corporal, para ello se mide la figura real y la que se cree tener y se comprueba el grado de distorsión. Para obtener la figura que se cree tener se utilizan diferentes sistemas: calibres móviles, autodibujo, manipulación de imagen por fotografías, vídeo u ordenador... -
Alteraciones de aspectos subjetivos: Son técnicas que persiguen detectar alteraciones en las emociones, pensamientos, actitudes sobre la propia imagen. Las técnicas más habituales en este campo han sido las escalas de siluetas, donde elegir las que se corresponde con la desead o cuestionarios de ítems tipo Likert. -
Aspectos varios. En torno a la evaluación de imagen corporal, se han propuesto gran cantidad de técnicas que miden aspectos varios como por ejemplo: auto-registros de conductas, cuestionarios que exploran experiencias personales de burlas o de abuso sexual, grado de influenciabilidad por medios de comunicación... Esta pléyade de técnicas comenzó su desarrollo ya en la década de los 50 cuando se realizan las primeras escalas diseñadas para la autoevaluación de la apariencia subjetiva (Jourard y Secord, 1955), y ha recibido durante estas décadas una importante atención en el mundo anglosajón, donde se han publicado cientos. A modo de ejemplo reproducimos una de estas técnicas, el Body Attitude Test (BAT) de Probst, Vandereycken, Coppenolle y Vanderlinden (1995), es un cuestionario que evalúa un aspecto subjetivo de la imagen corporal, en concreto una alteración de las actitudes hacia el cuerpo, está avalado por buenos resultados psicométricos. Aunque está inicialmente previsto para evaluar experiencia corporal y actitudes hacia el propio cuerpo en pacientes con TCA, también ha sido utilizado en población no patológica. Los 20 ítems que tiene se agrupan en tres factores principales: Apreciación negativa del tamaño corporal, pérdida de familiaridad con el propio cuerpo e insatisfacción corporal general.

IV.- CONCLUSIÓN Desde la década de los 60 del siglo XX la investigación sobre imagen corporal ha recibido una importante atención, y actualmente disponemos gran cantidad de información sobre los factores implicados en este concepto. Sin embargo no existe un consenso científico sobre su definición, su evaluación o sobre sus alteraciones, quizá debido a que su estudio ha estado mediatizado por su implicación en los TCA y no como objeto específico de análisis. Hasta el momento en que estemos todos seguros de que hablamos de lo mismo, convendría adquirir el compromiso de que previamente a utilizar el término de imagen corporal o de una de sus alteraciones, se realice una declaración expresa sobre qué entiende el investigador en cuestión por esos términos y cuáles son las técnicas concretas que utiliza para medirlas. Sólo así podremos avanzar y realizar comparaciones entre investigaciones y terminar de precisar los conceptos.

Ayudar a mejorar la Autoestima

ORIENTACIONES A PADRES PARA INCREMENTAR LA AUTOESTIMA A LOS NIÑ@S (Clemens y Bean)

1. Vinculación:

a) Mostrar un rostro amable. Cuando reforcemos, paralelamente mostrar una expresión de alegría para fortalecer la comunicación.
b) El contacto físico mediante la caricia o el abrazo es un buen camino para fortalecer el vínculo.
c) Elogiar de manera correcta. Muchas veces estamos al acecho de castigar lo incorrecto y obviamos comportamientos correctos. Es conveniente equilibrar la balanza de premios y castigos, es conveniente el refuerzo de conductas de afianzamiento personal que permitan al niño/a sentirse orgulloso/a de su actuación.
d) Hacerle ver en qué momento su comportamiento tiene un efecto positivo en los demás. Reforzando incrementamos la probabilidad que en el futuro repita conductas similares.
e) Compartir los sentimientos, intereses, aficiones, actividades y experiencias familiares del adulto con los hijos. Les dará confianza y acercará la comunicación, el intercambio de pensamientos y afectos.
f) Escucharle sin prejuzgarlo. Dejarles que se expresen, no contestándole antes de que hablen. Tener paciencia y dedicación para sus preocupaciones.


2. Singularidad

a) Animar al niñ@ a expresar sus ideas, diferenciandola de la de los padres. Es importante que los hijos se independicen en su interpretación de las cosas y adquieran seguridad en sus opiniones.
b) Transmitirle que se le acepta. Se debe evitar el rechazo de sus pensamientos y conductas sin comunicarle los motivos por el que se hace. No vale “un no porque no”.
c) Indicarle qué tiene de especial y diferente. Debe saber qué cualidades posee y potenciarlas por sí mismo mediante la inclusión en actividades que permitan su desarrollo.
d) Permitirle actuar a su manera y defender su postura sin ofender a otros o infringir sus derechos.
e) Darle la oportunidad a que se expresen con creatividad La imaginación del niñ@ le lleva a expresarse mediante una variedad de formas, muchas veces contrarias al adulto. Respetar su singularidad.
f) Evitar ponerles en ridículo. El que se puedan sentir avergonzado, especialmente delante de sus compañeros, es de las experiencias peores para la autoestima.
g) El elogio en público es bueno, siempre y cuando no conlleve la exageración. Mostrar orgullo y satisfacción por el hij@ es apropiado.


3. Poder

a) Enseñarles cómo influir en los demás de forma positiva. Hay que enseñarle que utilicen la palabra, y no la fuerza, para exponer sus deseos y razones a los demás.
b) Ayudarles a tomar decisiones y a tolerar, rectificar y aprender de sus errores.
c) Colaborar con ellos en la resolución de problemas. Les generará seguridad ante situaciones conflictivas. Mediante preguntas, enseñarles que tengan un número variado de alternativas viables frente a las situaciones-problemas.
d) Organizar actividades en las que puedan obtener éxitos, pues les será gratificante su esfuerzo y obtendrá el reconocimiento de sus iguales.
e) Permitirles demostrar su capacidad en aquello que haga bien.
f) Ayudarle a establecer límites para él y los demás. Esto supone enseñarle a respetar y hacerse respetar.


4. Pautas.

a) Cuidar los modelos que van a influir en el crecimiento, a través de su pensamiento y acción. Conforme crece adoptará nuevos modelos y abandonará los antiguos por criterios de afinidad, valoración y satisfacción.
b) Ayudarle a entender la importancia de los valores y creencias. La defensa de creencias y valores (amistad, solidaridad, esfuerzo, cooperación,...) es otro pilar que apuntala con fuerza el edificio de la autoestima.
c) Ayudar al niñ@ a establecer metas y objetivos razonables y alcanzables. Las metas irreales sólo llevan a la frustración, al desánimo. Enseñarles a dividir en pequeños pasos, metas, que le sirvan para obtener la meta final.
d) Ayudarle a comprender las consecuencias de sus actos. Que sepan asumir un error y repararlo.
e) Inculcarles el afán de superación personal, sin compararse con los otros, y no pedir perfección. Tenemos que conocer nuestras cualidades y nuestras limitaciones.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Menores violentos

SINDROME DEL EMPERADOR


Son pequeños tiranos, niños que desde pequeños insultan a los padres y aprenden a controlarlos con sus exigencias, hasta convertirse en una pesadilla para ellos. Cuando crecen, los casos más graves pueden llegar a la agresión física. Este tipo de violencia contra los padres, oculta por la vergüenza y el sentimiento de culpabilidad de los propios progenitores, comienza a ser un fenómeno cada vez más visible. Los padres están desbordados, no saben qué hacer con estos niños. Pero, ¿por qué un niño es capaz de agredir a unos padres que no son negligentes? Estas conductas, ¿son fruto de carencias educativas o intervienen factores psicopáticos? ¿Son simplemente niños caprichosos, malcriados, a los que nunca se les ha negado nada, o existe un trasfondo emocional en el que intervienen factores genéticos?
La mayoría de los expertos defiende la primera teoría, pero otros sostienen que los factores educativos no explican todos los casos. En familias no marginales, el origen de este trastorno no está en los padres, asegura Vicente Garrido, psicólogo criminalista y profesor titular de la Universidad de Valencia: "Muchos de estos padres no son permisivos, ni tampoco negligentes, y no provienen de un contexto marginal. Son de clase media y se han ocupado de sus hijos. Otra cuestión diferente es si podrían haberlo hecho mejor", afirma Garrido, autor de un libro sobre la materia: Los hijos tiranos. El síndrome del emperador.

El elemento esencial del síndrome del emperador es, según él, la ausencia de conciencia: "No hay sentimiento de vinculación moral o emocional, ni con sus padres ni con otras personas o instituciones", aunque a veces pueden establecer lazos de amistad por conveniencia. Excluye de este síndrome a los niños que han vivido episodios de violencia doméstica, los que sufren esquizofrenia y también los malcriados, "que tienen conciencia (los valores y creencias que utilizamos para guiar nuestro comportamiento y que está basado en esas emociones)".

¿Qué produce este síndrome? Según Garrido, son niños que genéticamente tienen mayor dificultad para percibir las emociones morales. La genética interacciona con el ambiente, pero en algunos casos su peso se hace sentir más, afirma. "Por ejemplo, en el trastorno del déficit de atención con hiperactividad (TDAH), sabemos que el componente genético es muy importante y el ambiental lo puede compensar hasta cierto punto. En el síndrome es parecido".

"El sistema nervioso de estos chicos", continúa, "por alguna razón tiene problemas para aprender las lecciones morales, para sentir empatía, compasión o responsabilidad. Y, como consecuencia de esto, tienen problemas para sentir culpa, una reacción emocional que sólo puede existir sobre la base de que previamente me he vinculado con la gente. Podré fingir que lo lamento, pero en el interior a mí me da igual. Como consiguiente, hay una ausencia de conciencia".

Javier Urra, autor de otro libro (El pequeño dictador) y psicólogo de la Fiscalía de Menores del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, discrepa de las tesis de Garrido: "La herencia marca tendencia, pero lo que cambia el ser humano es totalmente la educación, sobre todo en los primeros años, en los primeros meses y días, incluso antes de nacer, es muy distinto si eres un hijo deseado o no, si eres un padre relajado o agresivo". En la etnia gitana, explica, es imposible que un hijo pegue a su madre, pero en España "algunos psicólogos y pedagogos han transmitido el criterio de que no se le puede decir no a un niño, cuando lo que le neurotiza es no saber cuáles son sus límites, no saber lo que está bien y está mal. Ésa es la razón de que tengamos niños caprichosos y consentidos, con una filosofía muy hedonista y nihilista".

La violencia de estos pequeños tiranos hacia sus padres proviene, según Urra, de que a veces el padre maltrata emocional, verbal e incluso físicamente a la madre, y el chaval lo aprende. "Coincido con Garrido en que educar hoy en día es muy difícil; los padres utilizan el modelo microondas, cuando los buenos platos se cocinan a fuego lento. Además de no poner límites, los padres se pierden los primeros años de vida del niño. Los lóbulos frontales, donde está el área emocional, se desarrollan en los tres primeros años de vida". Los casos más graves, añade, son los que llegan a la fiscalía: "Niños que golpean a la madre, la ridiculizan, hacen sus necesidades fisiológicas en el baño mientras ella se ducha...".
El factor clave a tener en cuenta para saber si hay algo más que carencias educativas es, según Garrido, si aparecen o no rasgos de personalidad psicopática, básicamente insensibilidad emocional, falta de conciencia, falta de empatía y ausencia de culpa. Cuanto más grande sea ese núcleo, mayor será la capacidad de violencia del niño.

Según Javier Urra, si tienes un niño pequeño que hace lo que quiere, que piensa que todos a su alrededor son unos satélites, que a los dos años no ayuda a recoger los juguetes, que jamás se pone en lugar del otro, aprende que la vida es así y la madre es una bayeta que sirve para ir detrás de él. "Si eso no se frena, cuando tiene 16 o 17 años se desborda: exige mucho dinero y cuando un día la madre dice no, no lo tolera. Lleva 17 años oyendo que sí a todo. ¿Cómo que no?, dice. Entonces la empuja contra la pared, le tira la comida a la cara, la amenaza. En la fiscalía hemos recibido de enero a septiembre del año pasado 6.500 denuncias contra menores, y eso que los padres casi nunca denuncian. Denuncian los médicos o los vecinos".
¿No se puede hacer nada con este trastorno? "La personalidad es difícil de cambiar, pero no el autocontrol", afirma Garrido. Hay niños con bajas puntuaciones en humanidad, insensibilidad emocional y empatía, pero no son violentos porque han aprendido a autocontrolarse. Lo que se puede cambiar es la conducta.
El hecho de que los hijos se vuelvan agresivos contra los padres es relativamente reciente y sólo aparece en determinadas culturas, indica Miguel Ángel Soria Verde, psicólogo forense y profesor del Departamento de Psicología Social de la Universidad de Barcelona. "No es un tema patológico, sino que tiene aspectos sociales y culturales que van a facilitar esa agresividad". En su opinión, sólo hay patología mental en el 10% de este tipo de agresiones. La mayoría de los llamados niños tiranos han sido criados sin límites familiares ni sociales. "Las normas no van con ellos", dice Soria Verde. "Son niños difíciles de controlar, pero difícilmente puedes decir que un niño de siete años tiene la personalidad formada de un adulto", sostiene. Tampoco los ve como psicópatas en el sentido estricto del término: "¿Cómo pueden ser duros en casa y fuera unas bellísimas personas?". Lo serían, dice, si ese comportamiento se produjera en todos los ámbitos, y no sólo en casa. Normalmente, los niños van forzando los límites que les ponen los padres para poder encontrar los suyos. Si no los encuentran, no los tendrán. A los niños, en general, añade, se les ha generado como motivación básica la idea de que tienen derecho a todo. No les enseñamos a frustrarles, en la escuela no les ponen nunca un cero, y cuando pasa lo ven como un castigo del profesor, la culpa del fracaso personal siempre es del otro. Puede ser, continúa Soria Verde, que el niño no pueda expresar los sentimientos de otra forma que no sea a través de la violencia. Ante la misma situación familiar de descontrol-sobreprotección, unos niños reaccionan siendo muy dependientes, otros aislándose. "Mi idea es que previamente esos críos tienen la sensación de que han sido dejados de la mano de Dios. La primera situación violenta es explosiva, ni los padres ni el crío mismo se lo esperan, y cada vez recurre más a la violencia, va sofisticando la manipulación y acaba controlando a sus padres, hermanos e incluso otros familiares".Para Soria Verde, es difícil determinar si los rasgos psicopáticos de algunos niños tiranos "son la causa o el efecto". Cree que la empatía también se cultiva. "Son niños que no han aprendido a respetar a los demás", dice. Asegura que en su trabajo como perito no ha visto niños de cinco o seis años con rasgos autoritarios o maquiavélicos. Cuando un niño agrede, es porque busca "una sensación de poder y dominio, no la violencia por sí misma". Donde haya afecto, intercambio de experiencias vitales y comunicación, no se da esa violencia, asegura.
Garrido discrepa en parte. Dice que ahora se tiende a señalar a los padres como responsables de todo, como si se pudiera moldear a un hijo como se moldea la arcilla. "Uno no puede hacer lo que quiera con sus hijos. Si fuera verdad sería el paradigma del conductismo radical. Pero cada niño tiene su temperamento, sus peculiaridades y sus cualidades: la educación no lo es todo", afirma. La vergüenza hace que muchos padres de hijos violentos lo mantengan oculto. Y cuando acuden a los profesionales, tienen muchas veces la sensación de que se les responsabiliza de la conducta de sus hijos: temen que les digan que no han sido capaces de educarles.
Para prevenir el síndrome del emperador, Garrido recomienda desarrollar la conciencia y la culpa, "que forman parte de nuestro patrimonio como seres humanos y que hemos sustituido por la tolerancia que, sin conciencia, no es nada". Aconseja estar atento a los síntomas precoces, establecer límites muy claros y no dejar nunca de ejercer la autoridad. Conviene enseñar desde la primera infancia que los actos positivos, el altruismo, la generosidad, compensan: darles la oportunidad de sentirse bien por hacer algo positivo. "Puesto que son niños con una imagen tan alta de sí mismos, conviene cultivar en ellos un ego positivo, de modo que puedan sentirse superiores, no por ejercer la violencia, sino por su actitud constructiva".
¿Y qué hacer cuando tenemos un joven ya asentado en este comportamiento violento? Primera norma: no permitir que mande el chico, los padres deben volver a ganar espacio y proteger a los inocentes, en ocasiones hermanos pequeños, que son maltratados. Y, por supuesto, deben pedir apoyo en servicios especializados