martes, 20 de mayo de 2008

¡ NO QUIERO COMER !


Problemas con la comida


Un número considerable de padres y de madres manifiesta que las comidas de sus hijos se convierten cada día en una fuente de problemas. Éstos son de índole variada: no quieren comer, la piden triturada, sólo desean pasta, hay que dársela...Sin embargo, se trata de niños sanos que pueden comer solos y de todo, y que lo hacen con normalidad en el colegio o en otros sitios dónde los padres no están presentes.

Cualquier ser vivo tiene un instinto de conservación que le lleva a alimentarse para seguir viviendo. Por tanto, si un niño dice que no quiere comer o “juega” con la comida, es porque tiene algún beneficio manteniendo esa conducta. L@s niñ@s tienen otras necesidades además de las físicas, entre ellas destacan las psicológicas. Éstas requieren de otro tipo de nutrientes: amor, protección, sentirse tenidos en cuenta...Atender las necesidades psicológicas es fundamental, dado que si no es así, los niños están dispuestos a hacer cualquier cosa para recibir atención o para comprobar en qué medida son queridos por sus padres.
Para los padres, es muy importante la comida y algunos le dan una dimensión excesiva. En cuanto los niños lo descubren pueden utilizarla para conseguir la atención que necesitan.
Los padres precisan conocer estos “juegos psicológicos” porque, de lo contrario, es muy fácil que, llevados por el amor y por el interés de cuidar a los hij@s, sean víctimas de sus inocentes estratagemas.

Dentro de los problemas más frecuentes encontramos la negación a tomar alimentos sólidos por parte del niño, éste solo accede a ingerir alimentos líquidos, pasados o semipesados, negándose a tomar aquellos de constitución sólida. Aunque es posible que el peso del niño evolucione de una forma normal, aún manteniendo las comidas trituradas, prolongar durante mucho tiempo este tipo de alimentación puede causar anormalidades y problemas. El momento de aparición suele ser el paso de las comidas propias de bebes a comidas propias de un niño de mayor edad, donde ya hace falta el esfuerzo de masticar. Es en estos momentos en los que el niño se niega a ceder y prefiere que se lo den todo triturado. También es habitual que coincida con el inicio de que le salen los dientes.
Otros problemas habituales son la falta de apetito o emplear un tiempo excesivo en la comida. En muchas ocasiones es frecuente que los niños tarden más tiempo en comer que los adultos, pero a veces ese tiempo es realmente excesivo, va a depender de la edad y de la comida. Los motivos de esa lentitud excesiva a la hora de comer pueden ser: rechazo a ingerir el alimento que se le ha preparado, negación de pasar de la comida triturada a la comida sólida, rechazo a comerse toda la comida del plato, excesivos distractores (televisión, juguetes, hermanos mayores, algún juego, etc.) y se niegan a comer sin la presencia de todos ellos.
Para cambiar estas conductas, los padres deben plantear algo distinto a lo que venían haciendo. Por ejemplo: dándoles a los niños un tiempo para comer y advirtiéndoles que pasado el mismo, se retirará el plato. Esto se hará con cariño y con la mayor naturalidad, sin mostrarse preocupados ni angustiados aunque el hijo pierda una comida. De esta manera el niño se dará cuenta de que sus padres no están dispuestos a seguir con las formas anteriores. Seguramente habrá que repetirlo varias veces, hasta que comprueben que va en serio y comprendan que, a partir de ahora, será el hambre lo que les lleve a comer y no la atención que estaban recibiendo por poner reparos a la comida.

Un niño sano tiene hambre, y por tanto come bien. A todos nos gustan unos platos más que otros, y cuando nuestro hijo es pequeño podemos permitir que elija lo que más le gusta de vez en cuando, pero también debemos ir acostumbrándolo a comer de todo. Lo que no podemos permitir es que sólo coma lo que le gusta. Hay niños de seis años que comen, casi exclusivamente, arroz blanco sin tomate, y pollo o lomo a la plancha. Sin olvidar, claro está, los productos lácteos azucarados y los dulces de todo tipo.
Los niños que sólo comen dos o tres cosas suelen ser, además, los que eternizan la hora de la comida. Disponen de varias técnicas para sacar de quicio a la persona que está con ellos mientras comen. Una es. A veces lo consiguen. Otra estrategia es la resistencia pasiva "estilo Gandhi". El niño, sin inmutarse, piensa en sus cosas y mantiene el bocado pinchado en el tenedor durante 3,4,5... minutos, mientras el adulto va tensando todos los músculos de la cara y empieza a ver que cada vez hay más comida en el plato

Respetar escrupulosamente las horas de las comidas. Si queremos tener éxito, es absolutamente necesario que el niño no coma nada entre horas. Si sabe que media hora después de comer tendrá un bocadillo de lo que le gusta, no comerá. Igualmente, si un rato antes de comer o cenar toma chucherías, dulces o pica algo que le apetece, se le pasará el apetito y tampoco comerá.

La regla de oro es no entrar en su guerra. La familia que consigue crear un ambiente de normalidad en torno a la mesa y trata con naturalidad el tema de la comida no suele tener problemas. El niño ha de saber que a nosotros no nos pasa nada porque él no coma, ya que es él quien pasa hambre, no sus padres o sus hermanos.
Todos estos son problemas alimentarios menores en la infancia, que en muchas ocasiones con una serie de pautas de modificación de conducta por parte de un profesional se reconduce. Sin embargo, en ocasiones se requiere de una intervención terapéutica puesto que en algunos casos estos problemas se pueden agravar con el tiempo y desarrollar hábitos alimentarios inadecuados.
Dado que los niños necesitan sentirse queridos, los padres buscarán otros momentos para darles atención de calidad de manera directa y sin “juegos psicológicos”. Para ello va bien: dedicarles un tiempo cada día, jugar con ellos, abrazarles, besarles, decirles valoraciones positivas, reconocerles los logros...

sábado, 3 de mayo de 2008

LA AVENTURA DE EMPEZAR A SER PADRES




Muchas veces hemos oído que, cuando nace un bebé, lo peor es que "no trae libro de instrucciones".

La sensación de inseguridad que nos genera el tener nuestro bebé entre los brazos por primera vez, cuando llegamos a casa y estamos ya solos, sin el apoyo de enfermeras y familiares, nos puede generar gran ansiedad, incertidumbre, si seremos capaces satisfacer las necesidades que cada minuto nos va a plantear el bebé. Nosotros sabemos que somos capaces de hacerlo bien, pero nos falta la seguridad de alguien, a nuestro lado, que nos lo diga.

La experiencia de la paternidad se puede vivir como una continua carrera de obstáculos o como una posibilidad permanente de compartir y descubrir nuevas experiencias, de construir alternativas a los pequeños problemas, de disfrutar de las sensaciones que nos provoca el vinculo con nuestr@ hij@. La actitud personal, con la que afrontemos este nuevo reto, condicionara nuestra capacidad para afrontar las situaciones que se nos vayan presentando. Desde que nace nuestro hijo/a correrán parejas la ilusión y alegría por cada nuevo avance, por cada nuevo paso que dé y las preocupaciones por cada tropiezo, por las primeras décimas de fiebre, por el primer diente, por la primera rebeldía... Nuestro éxito como padres va a depender, sobre todo, de nuestro equilibrio para afrontar cada momento de la vida. La contrariedad que hoy nos parece una montaña, mañana nos parecerá una nimiedad cuando se presente una nueva. El desarrollo de la parentalidad es una oportunidad para crecer como personas, para madurar, para reafirmar valores, para amar, para disfrutar de la mirada de nuestro bebe.

Equilibrio como pareja

La aparición de un nuevo miembro en la familia puede producir desequilibrios en la pareja que, de repente, se convierte en un trío. Una nueva persona entra en nuestras vidas y además, en su fragilidad, ocupa un lugar preferente. Según vayan avanzando los días, las semanas, los meses, iremos enfrentándonos con nuevas situaciones, desconocidas hasta hora para nosotros, y como padre y como madre tendremos diferentes reacciones, opiniones y puntos de vista. Desde los primeros días es muy importante que asumamos la tarea en común y procuremos ir consensuando las posturas. ¿Cómo afrontaremos los conflictos de la adolescencia de nuestro/a hijo/a si no somos capaces de ponernos ahora de acuerdo sobre la hora del baño del bebé o sobre si nuestro/a hijo/a puede tomar chucherías en un momento determinado?

Equilibrio como persona

El papel de padre, de madre, es un continuo ejercicio de malabarismo. Tenemos que hacer compatible a nuestro corazón con nuestro cerebro. Por un lado, los sentimientos tienen un peso importante y hay que potenciarlos y cultivarlos, pero esto no tiene que hacernos dejar de lado la racionalidad ante las diferentes situaciones. Como padres tenemos que hacer sentir a nuestros hijos la sensibilidad, los sentimientos, y cultivarles su capacidad para esa sensibilidad, pero también tenemos que ser racionales y reaccionar friamente ante las diferentes situaciones. Sé que esta afirmación puede parecer una contradicción, pero no lo es. Como ya comentábamos en el tema de la autoestima, es muy importante que nuestros hijos conozcan las normas, los límites que enmarcan la convivencia familiar, para que sepan a qué atenerse. Por lo tanto en el establecimiento de las normas, en nuestras reacciones, debemos ser previsibles para ellos. Esta previsibilidad les ayudará a saber lo que esperamos de ellos y así poder alcanzar fácilmente el éxito en las relaciones familiares y por tanto aumentar su autoestima. Todo esto da un papel importante a la racionalidad, pero no niega la posibilidad de dar un papel importante al cariño, a la ternura y a valores como la confianza, la sinceridad, el perdón... incluso los mimos, expresiones todas de sensibilidad y sentimientos profundos.

Equilibrio en la relación paterno/materno-filial

En el mundo profesional, todos tenemos muy claro las jerarquías, las funciones de cada puesto y las relaciones que se establecen entre los diferentes departamentos y no intentamos diluirlos. En la vida familiar, muchas veces, confundimos las buenas relaciones con la disolución de los roles diferenciados. Cuando jugamos a "colegas", a "amigos" con nuestros hijos, estamos dando pasos en falso. En el equilibrio padres/hijos hay que saber conjugar las relaciones fluidas y la cercanía con el respeto del rol de cada uno. Nuestros hijos tienen amigos de su edad, con los intereses, gustos y ansiedades propias de su edad. No nos necesitan en ese papel, nos necesitan como padres. Tienen derecho a tener padres. Por tanto debemos ser responsables y asumir el rol de padres. Padres comprensivos, cercanos, constructivos, que fomentan la autoestima de sus hijos, que les acompañan, que les orientan, que les ayudan a afrontar las situaciones, que no gruñen, que... todos los "que" que se os ocurran, pero padres al fin y al cabo.
Las relaciones humanas son un juego de ensayo y error. Muchas veces nos sorprendemos porque aquello que esperábamos iba a funcionar en la relación con nuestros hijos, se convierte en un auténtico fracaso. Por suerte las personas nos somos autómatas, cada uno somos diferente a los demás y tenemos una importante dosis de imprevisibilidad, por eso tenemos que ser conscientes de que no somos infalibles. Los hijos no traen libro de instrucciones y vamos aprendiendo juntos, ellos a ser hijos y nosotros, al mismo tiempo, a ser padres y eso hace que debamos aprender de los propios errores y acumular nuestra experiencia vital de las relaciones con cada uno de nuestros hijos. En el fondo son ellos los que nos enseñan a ser padres. Nadie mejor que ellos nos enseñan sus necesidades, sus aspiraciones, lo que esperan de nosotros. Nuestro papel consiste en saber discernir entre esas aspiraciones y darles respuestas adecuadas para enseñarles a ser, por si mismos, personas que van madurando poco a poco.

Todo lo anterior es imposible si nos angustiamos ante las dificultades, si dudamos de nuestra capacidad como padres. Debemos luchar por pensar siempre en positivo. Sólo así tendremos la energía suficiente para afrontar "la aventura de ser padres".

jueves, 1 de mayo de 2008

CUANDO L@S NIÑ@S ESTAN TRISTES

Depresión Infantil


L@s niñ@s y los adolescentes pueden sufrir de depresión al igual que los adultos. Se habla en estos casos de depresión infantil. Esta alteración se presenta de muchas formas con grados y duración variados. Se define como un Trastorno cuando la condición depresiva persiste e interfiere con las capacidades y acción de la persona. Normalmente todo ser humano hace depresión en situaciones de maltrato específicas. Lo que es muy importante de considerar tanto para su tratamiento como para su prevención.
L@s niñ@s que viven con mucha tensión, que han experimentado una pérdida importante o que tienen desórdenes de la atención, del aprendizaje o de la conducta corren mayor riesgo de sufrir depresión. Dos son los factores de riesgo más destacados en esta patología. En primer término está el que ella tiende a presentarse en determinadas familias, y las experiencias de pérdidas significactivas para el niñ@. Y en segundo término, la existencia de situaciones de maltrato (físico y/o psicológico) en la infancia.

Síntomas en la depresion infantil

La depresión en l@s niñ@s se puede identificar por los siguientes síntomas, algunos similares a los del adulto deprimido:

- Quejas frecuentes de enfermedades físicas, p. Ej. Dolor de cabeza o de estómago.
- Pensamientos o expresiones suicidas o actuaciones autodestructivas.
- Sentimientos de desesperanza
-Tristeza persistente, lloriqueo y llanto excesivo
- Sensación de aburrimiento persistente y falta de energía.
- Pérdida de interés en sus actividades preferidas; o incapacidad para disfrutar de ellas.
- Alteración en los patrones de comer y de dormir
- pobre concentración.
-Problemas para relacionarse con sus pares y familiares.
- Deterioro en los estudios y ausencias frecuentes de la escuela.
- Aislamiento social, comunicación pobre.
- Hablar de o tratar de escaparse de la casa.
- Alta sensibilidad al fracaso y al rechazo.
- Ataques de rabia u hostilidad persistente.
- Baja estima y sentimientos de culpabilidad

Es sumamente importante el que los padres y los adultos relacionados con el niño conozcan esta sintomatología, lo que indudablemente da la posibilidad de una intervención temprana. Es así como niñ@s y adolescentes deprimidos pueden mostrar cambios en su modo de ser habitual. Aquel que era muy sociable pasa a estar solo la mayor parte del tiempo. O pierde interés por todo. Y las cosas de que gustaba dejan de agradarlo. Igualmente, en ocasiones los niños y adolescentes deprimidos se refieren a que quisieran estar muertos o pueden hablar del suicidio. También, tratando de sentirse mejor pueden recurrir al alcohol u otras drogas (adolescentes).

Por otra parte y paradójicamente, sucede con cierta frecuencia que se portan mal en la casa y en la escuela sin que nadie se dé cuenta de que están sufriendo de depresión porque eventualmente no parecen estar tristes. Entonces, para los padres y los maestros se trata simplemente de mala conducta. Aunque, algunas veces ellos admiten que están tristes o que son infelices (evidentemente en confidencias con quienes tienen confianza).

INFLUENCIA DE LA FAMILIA Y LA ESCUELA EN LA DEPRESIÓN INFANTIL


La familia es el entorno más inmediato del niñ@, su microcosmos y en sus cuidados y atención se basa la posibilidad de supervivencia del sujeto humano, pero no sólo su supervivencia física, sino personal ya que el niño desde los 0 meses hasta los 3 años, desarrolla todos los elementos básicos con los que más tarde va a construir su vida futura: lenguaje, afectos, hábitos, motivaciones.
El apego con el que la madre y el hijo se implican mutuamente es el vehículo de una adecuada integración social y personal del niño. Los apegos inseguros se han relacionado con todo tipo de problemas de conducta y también con la depresión, así como un apego seguro es la meta ideal de prevención de la aparición de depresión infantil. Así mismo la depresión materna aparece claramente definida como uno de los factores de riesgo asociados al desencadenamiento de una depresión en el niñ@.
 Más tarde también son indispensables para el normal desarrollo emocional del niño las buenas relaciones con los padres. Una y otra vez numerosos expertos han señalado cómo las malas relaciones con los padres son la fuente específica de muy diversos problemas infantiles, y también claro está de la depresión. 
En relación con la familia también se ha estudiado el puesto que se ocupa entre los hermanos. En muchas investigaciones aparece la posición intermedia como la más vulnerable a desarrollar trastornos de tipo emocional.

Los padres deben prestar especial atención a la construcción de una adecuada autoestima y autoeficacia en el niñ@, así como incentivar en ellos la capacidad de afrontamiento, y el manejo adecuado de la frustración, todo ello constituye la prevención primaria de la DI.


En cuanto a la escuela, sabemos que la localización precoz de cualquier deficiencia de aprendizaje en un niño y su pronta solución es imprescindible para lograr una situación de progreso normal y aceptable, eliminando así la posibilidad de trastornos afectivos que conlleven a la aparición de depresión infantil. Muchos autores han relacionado la DI con el rendimiento escolar, unas veces considerándolo como causa y otras como efecto de la depresión. De hecho un niñ@ deprimido puede descender su ejecución en la escuela, pero también puede comenzar sus síntomas depresivos por un fracaso académico. De allí radica la importancia de una buena evaluación y seguimiento por parte del maestro para detectar estos cambios en el alumno.

¿QUE HACER? : Breves indicaciones sobre el tratamiento

Primero que nada entender que este es un trastorno susceptible de ser tratado con éxito.

Los padres o adultos a cargo de los niños afectados pueden intentar distintas acciones y se trata básicamente de trabajar sobre las situaciones que afectan en la depresión que viva el niñ@ o adolescente. Esto nos brinda la oportunidad de superar esta problema en corto tiempo, es importante hacer todo lo posible por armar un equipo de trabajo multidisciplinarlo.

Es necesario considerar las principales y más frecuentes situaciones que ocurren en las depresiones infantiles como las situaciones de pérdida específicas de personas (duelos y separación), de animales, de cosas (juguetes, etc.), en relación a personas individuales como rechazo y expulsión de grupo, deterioro de la estima en ambientes académicos, en círculo de amistades, en el seno de la familia.

Intente evitar lo que estimule sentimientos negativos, disminuya las expresiones de consuelo al mínimo y sustitúyalas por apoyo y ayuda. Intente desviar la atención en lo posible de los hechos perturbadores (distraer al niño con juegos, paseos, reunión con amiguitos o familiares, TV, etc.).Estimule el desarrollo de méritos valorados en el ambiente de que se trate, estimúlelos a hacer cosas consideradas útiles que abran la posibilidad de algún reconocimiento o le permitan a usted felicitarlos por ello. Explorar la posibilidad de compensación o reemplazo como hacerse de un nuevo animalito, regalarle otro juguete, compensarlo con expresiones afectivas razonables. Buscar otras alternativas de satisfacción, otros grupos, otras actividades, entretenimientos u otras amistades. Podemos estimulándolo a integrarse a otros grupos en que tenga mejores posibilidades de ser acogido.


El tratamiento por los especialistas ante todo debe ser individualizado, adaptado a cada caso en particular y a la fase del desarrollo que se encuentra el niñ@, en base a: su funcionamiento cognitivo, su maduración social y su capacidad de mantener la atención.
 Debe además involucrar de una manera activa a los padres, y realizar intervenciones hacia el entorno del niño (familiar, social y escolar).
 El tratamiento incluye: Psicológico, Farmacológico y Familiar.