sábado, 3 de mayo de 2008

LA AVENTURA DE EMPEZAR A SER PADRES




Muchas veces hemos oído que, cuando nace un bebé, lo peor es que "no trae libro de instrucciones".

La sensación de inseguridad que nos genera el tener nuestro bebé entre los brazos por primera vez, cuando llegamos a casa y estamos ya solos, sin el apoyo de enfermeras y familiares, nos puede generar gran ansiedad, incertidumbre, si seremos capaces satisfacer las necesidades que cada minuto nos va a plantear el bebé. Nosotros sabemos que somos capaces de hacerlo bien, pero nos falta la seguridad de alguien, a nuestro lado, que nos lo diga.

La experiencia de la paternidad se puede vivir como una continua carrera de obstáculos o como una posibilidad permanente de compartir y descubrir nuevas experiencias, de construir alternativas a los pequeños problemas, de disfrutar de las sensaciones que nos provoca el vinculo con nuestr@ hij@. La actitud personal, con la que afrontemos este nuevo reto, condicionara nuestra capacidad para afrontar las situaciones que se nos vayan presentando. Desde que nace nuestro hijo/a correrán parejas la ilusión y alegría por cada nuevo avance, por cada nuevo paso que dé y las preocupaciones por cada tropiezo, por las primeras décimas de fiebre, por el primer diente, por la primera rebeldía... Nuestro éxito como padres va a depender, sobre todo, de nuestro equilibrio para afrontar cada momento de la vida. La contrariedad que hoy nos parece una montaña, mañana nos parecerá una nimiedad cuando se presente una nueva. El desarrollo de la parentalidad es una oportunidad para crecer como personas, para madurar, para reafirmar valores, para amar, para disfrutar de la mirada de nuestro bebe.

Equilibrio como pareja

La aparición de un nuevo miembro en la familia puede producir desequilibrios en la pareja que, de repente, se convierte en un trío. Una nueva persona entra en nuestras vidas y además, en su fragilidad, ocupa un lugar preferente. Según vayan avanzando los días, las semanas, los meses, iremos enfrentándonos con nuevas situaciones, desconocidas hasta hora para nosotros, y como padre y como madre tendremos diferentes reacciones, opiniones y puntos de vista. Desde los primeros días es muy importante que asumamos la tarea en común y procuremos ir consensuando las posturas. ¿Cómo afrontaremos los conflictos de la adolescencia de nuestro/a hijo/a si no somos capaces de ponernos ahora de acuerdo sobre la hora del baño del bebé o sobre si nuestro/a hijo/a puede tomar chucherías en un momento determinado?

Equilibrio como persona

El papel de padre, de madre, es un continuo ejercicio de malabarismo. Tenemos que hacer compatible a nuestro corazón con nuestro cerebro. Por un lado, los sentimientos tienen un peso importante y hay que potenciarlos y cultivarlos, pero esto no tiene que hacernos dejar de lado la racionalidad ante las diferentes situaciones. Como padres tenemos que hacer sentir a nuestros hijos la sensibilidad, los sentimientos, y cultivarles su capacidad para esa sensibilidad, pero también tenemos que ser racionales y reaccionar friamente ante las diferentes situaciones. Sé que esta afirmación puede parecer una contradicción, pero no lo es. Como ya comentábamos en el tema de la autoestima, es muy importante que nuestros hijos conozcan las normas, los límites que enmarcan la convivencia familiar, para que sepan a qué atenerse. Por lo tanto en el establecimiento de las normas, en nuestras reacciones, debemos ser previsibles para ellos. Esta previsibilidad les ayudará a saber lo que esperamos de ellos y así poder alcanzar fácilmente el éxito en las relaciones familiares y por tanto aumentar su autoestima. Todo esto da un papel importante a la racionalidad, pero no niega la posibilidad de dar un papel importante al cariño, a la ternura y a valores como la confianza, la sinceridad, el perdón... incluso los mimos, expresiones todas de sensibilidad y sentimientos profundos.

Equilibrio en la relación paterno/materno-filial

En el mundo profesional, todos tenemos muy claro las jerarquías, las funciones de cada puesto y las relaciones que se establecen entre los diferentes departamentos y no intentamos diluirlos. En la vida familiar, muchas veces, confundimos las buenas relaciones con la disolución de los roles diferenciados. Cuando jugamos a "colegas", a "amigos" con nuestros hijos, estamos dando pasos en falso. En el equilibrio padres/hijos hay que saber conjugar las relaciones fluidas y la cercanía con el respeto del rol de cada uno. Nuestros hijos tienen amigos de su edad, con los intereses, gustos y ansiedades propias de su edad. No nos necesitan en ese papel, nos necesitan como padres. Tienen derecho a tener padres. Por tanto debemos ser responsables y asumir el rol de padres. Padres comprensivos, cercanos, constructivos, que fomentan la autoestima de sus hijos, que les acompañan, que les orientan, que les ayudan a afrontar las situaciones, que no gruñen, que... todos los "que" que se os ocurran, pero padres al fin y al cabo.
Las relaciones humanas son un juego de ensayo y error. Muchas veces nos sorprendemos porque aquello que esperábamos iba a funcionar en la relación con nuestros hijos, se convierte en un auténtico fracaso. Por suerte las personas nos somos autómatas, cada uno somos diferente a los demás y tenemos una importante dosis de imprevisibilidad, por eso tenemos que ser conscientes de que no somos infalibles. Los hijos no traen libro de instrucciones y vamos aprendiendo juntos, ellos a ser hijos y nosotros, al mismo tiempo, a ser padres y eso hace que debamos aprender de los propios errores y acumular nuestra experiencia vital de las relaciones con cada uno de nuestros hijos. En el fondo son ellos los que nos enseñan a ser padres. Nadie mejor que ellos nos enseñan sus necesidades, sus aspiraciones, lo que esperan de nosotros. Nuestro papel consiste en saber discernir entre esas aspiraciones y darles respuestas adecuadas para enseñarles a ser, por si mismos, personas que van madurando poco a poco.

Todo lo anterior es imposible si nos angustiamos ante las dificultades, si dudamos de nuestra capacidad como padres. Debemos luchar por pensar siempre en positivo. Sólo así tendremos la energía suficiente para afrontar "la aventura de ser padres".

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