domingo, 20 de abril de 2008

APRENDER ACTITUDES

ACTITUDES Y FAMILIA

Las actitudes tiene una destacada importancia en el campo de la vida social y en la estructura general de la personalidad, porque actúan como variables en favor o en contra del objeto al que se dirigen.

Se han dado muchas definiciones, entre las que optamos por la que propone
Sarabia: "Tendencias o disposiciones adquiridas y relativamente duraderas a
evaluar de un modo determinado un objeto, persona, suceso o situación y a
actuar en consecuencia con dicha evaluación".

De ello se deduce que las actitudes se caracterizan por los siguientes rasgos o elementos comunes: se aprenden a través de la experiencia y la interacción social, predisponen a la acción, a comportarse de una determinada manera, están dotadas de carga afectiva, son variables en intensidad, tienen una dimensión temporal.
Los autores distinguen en las actitudes tres componentes fundamentales:

1. Componente cognitivo. Es el aspecto intelectual de lo que uno cree o
percibe sobre algo, y está formado por una convicción o creencia (de ahí la
diferencia con una simple opinión), verdadera o falsa, relativamente estable.

2. Componente afectivo. Es la dimensión más característica de las actitudes.
Se refiere al carácter agradable o desagradable asociado con la convicción o
creencia. De ello dependerá el signo, positivo o negativo, de la actitud. A
veces el componente afectivo tiene tal prevalencia sobre el cognitivo, que
nos arrastra a tomar decisiones poco o nada razonables.

3. Componente conductual. Es la predisposición habitual a comportarse en
una determinada dirección, si bien la conducta no tiene por qué producirse
de forma necesaria. El componente conductual es un elemento de gran
valor social y educativo por su capacidad para predecir la conducta.

Lo ideal es que exista entre los tres componentes el debido equilibrio y
congruencia, y una relación estrecha entre la actitud que se mantiene y la
conducta que se practica, aunque no es fácil, porque en la determinación de la conducta intervienen también otras variables: expectativas, rasgos de
personalidad, normas, factores situacionales, etc.

Las actitudes cumplen una serie de funciones en la economía social del sujeto: permiten comprender el mundo en que se vive, protegen la autoestima, facilitan el ajuste al medio y favorecen la expresión de los valores personales.



LA FAMILIA COMO FUENTE DE ACTITUDES PARA
LOS HIJOS


La familia es el primer agente de formación de actitudes para sus miembros
más pequeños. Como es lógico, la educación familiar debe tender a forjar en
los hijos el mayor cúmulo posible de actitudes positivas. Enumeramos algunas de aquellas que son básicas para un buen desarrollo personal y social:

• Desarrollo de actitudes motivacionales. Los niños deben aprender
a superarse y encontrar autosatisfacción por la tarea bien realizada;
es necesario convencerles de que son capaces de alcanzar las metas
propuestas, lo que contribuye a afianzar la autoestima y la imagen de
sí mismos. Hay que enseñarles también a ser realistas y a aceptar
sus limitaciones.

• El marco familiar debe crear un contexto de responsabilidad en el
que el niño aprenda a cumplir con ciertas obligaciones y
compromisos, de esta manera desarrollará un conjunto de actitudes
que le empujarán a dar respuesta a las demandas personales y
sociales, porque la responsabilidad tiene siempre una vertiente
individual y una vertiente colectiva. El niño es capaz de asumir
responsablemente que además de derechos tiene también deberes.
En esta labor la familia debe verse apoyada por la escuela, sobre todo
evitando que surjan disonancias entre lo que proponen una y otra
institución, porque de ser así al niño se le crearía un conflicto difícil de
superar.

• Los hijos necesitan orientación y apoyo de los padres en la
realización de sus proyectos. Cuando los padres cumplen
debidamente con ello conseguirán además que sus hijos desarrollen
actitudes de colaboración y participación.

• Formación de la voluntad mediante el refuerzo del autocontrol como
clave fundamental del éxito personal y profesional. Ello exige
vencimiento de sí mismo y reconocimiento de la importancia de los
esfuerzos y las gratificaciones a largo plazo.

La familia puede ser también transmisora de actitudes inadecuadas en
determinados casos:

• Cuando no se da una actitud educativa clara y coherente entre el
padre y la madre, adoptando uno y otra posturas opuestas, o bien
variando cada uno de ellos su postura según su estado emocional, lo
que provoca inseguridad, indecisión y falta de iniciativa en sus hijos.

• Cuando el clima familiar está dominado por constantes tensiones y
el niño vive en una situación de abandono físico real, pero sobre todo
afectivo y comunicativo.

• Las actitudes de dominio, rigidez y sobreprotección son pautas
negativas inadecuadas.

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